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Lucas Villavecchia jamás hubiera dicho que algún día llegaría a ver los diez años de Gatopardo. No por falta de confianza, sino porque el sello nació un poco por casualidad, “casi de forma temeraria”. Fueron sus abuelos nonagenarios quienes la pusieron en marcha. “Deseaban leer un libro menor de Giuseppe Tomasi di Lampedusa y no lo encontraban por ninguna parte”, recuerda a La Vanguardia . Así que decidió abrir una editorial, pues no veían otra forma posible de poder leerlo, y la llamaron Gatopardo, en honor a la célebre novela del autor italiano. Para sorpresa de todos, el primer libro publicado no fue uno suyo, sino el Alejandro Magno de Pietro Citati. Desde entonces no han dejado de publicar títulos, con destacados éxitos, como Estado de malestar de Nina Lykke, o Nuevo elogio del imbecil de Pino Aprile. ¿El futuro? “Optimista, sin perder el horizonte”, pero atento a “la voracidad de los grandes grupos”, de los que confía poder mantenerse alejado y seguir con rumbo propio.




