
En Irlanda existe una curiosa y antiquísima tradición que en algunos hogares se lleva a cabo al finalizar el año y que consiste en de golpear las paredes de la casa con pan para ahuyentar a los malos espíritus. Un ritual heredado de su pasado Celta que marcaba el paso a un nuevo ciclo y, de paso, llamaba a la abundancia para todos los miembros de la familia que vivían en aquel hogar.
Se aprovechaba el pan que había quedado duro tras las fiestas y se golpeaban puertas y paredes como una limpieza simbólica del hogar antes de empezar el nuevo año.
La costumbre no era idéntica en todos los condados. En algunos lugares se usaba barracón (el pan dulce de otoño-invierno) y en otros, si faltaba pan, se hacían ruidos protectores con cacerolas o cucharas de madera.
Todo ello formaba parte de un conjunto más amplio de creencias y supersticiones de Año Nuevo, que incluían dejar la casa impecable, cuidar la madera y fijarse en la primera visita que cruzaba el umbral. Si era una mujer pelirroja, se tomaba como mal augurio para el año que empezaba, mientras que la llegada de un hombre moreno se interpretaba como señal de buena fortuna.
Se trataba de distintas formas de atraer la buena suerte y proteger a los suyos mientras el calendario cambiaba de año o de ciclo.




