Todo ha cambiado en la industria del reguetón. Hasta hace no tantos años, el sonido era casi un símil de la marginalidad, una endiablada repuesta expresiva de los barrios populares caribeños que, con Puerto Rico como punta de lanza, buscaban un sonido provocador y sensual que se contara a sí mismo; del barrio para el barrio, del caserío al caserío.
Poco a poco, y con figuras de su primera generación como Daddy Yankee, Nicki Jam o Wisin y Yandel alcanzando unas cotas de éxito que ningún oráculo especializado hubiera podido prescribir, el sonido adoptó el flexeo del rap americano y cambió para siempre su estética: en las canciones y videoclips había que lucir relojes, cadenas y coches que mostraran las fortunas acumuladas; el dinero ya no era un tema tabú en la música en españolsino un objetivo vital, una señal de identidad, una marca de la voracidad del nuevo género con las listas de éxitos.
Aquella ostentación se propagó con avidez y empujó a que pioneros del reguetón de otras latitudes, aún estando en los inicios de su carrera y sin disponer un solo chavo del que presumir, entendieran que todo ese lujo no era el fin de un camino pisoteado hasta exprimir dólares, sino una seña de identidad propia del género.; reguetoneros como C. Tangana – sí: el de Madrid consiguió sus primeros grandes éxitos con Mala Mujer oh Botíndos canciones de reguetón de las que se olvidó al volverse un folclórico – aparecieron en sus primeros videoclips embutados en ropa carísima prestada, o incluso Bad Bunny apareció en sus primeros sencillos, como Diles, plagado de cadenas evidentemente falsas.
Toda esta ostentación, sin embargo, ha gestado una respuesta cultural en una nueva generación de reguetoneros españoles que han decidido apostar por una estética diferente, suciaque abraza los tonos militares, evoca a hielos deshaciéndose con dificultad en la pila de un piso de estudiantes que ha acogido una fiesta y pregona la cultura callejera del buscavidas que no tiene un duro, como hacían los primeros reguetoneros de Puerto Rico; son jovencísimos centenarios hombres – También hay mujeres, pero de su generación ya hablamos en este otro artículo. – que se mantienen alejados de los focos y apenas usan sus redes sociales; De hecho, apenas muestra la cara en sus muestra. Ya no quieren ser artistas esos macizos y enormes que devora el marketing digital y cuidan la estética en sus posts, como si Instagram fuera una suerte de nueva revista pedestal de moda, sino que aprovechan el momento y se dejan guiar por la improvisación, lo aficionado e incluso lo casero.
De entre todas las nuevas voces del reguetón sucio español, quizás la más destacable y exitosa sea la del dúo Xiyo y Fernándezz – no es una errata: se escribe con doble zeta –. Descubiertos por La Vendición Records, la discográfica independiente que pivota Yung Beef, de ellos no se sabe mucho más que su origen en Jaén. Apenas dan entrevistas y aparecen en medios – de hecho, Fernandezz sale en casi todas sus fotos con la cara tapada –, sin embargo, esto no ha impedido que se conviertan en un absoluto fenómeno que suma casi dos millones y medio de oyentes mensuales solo en Spotify.
Su forma de cantar tan característica, que fusiona la gravedad del trap con el deje sucio del primer reguetón de la Carolina puertorriqueña, ha conquistado las principales salas de España y ha incitado colaboraciones con algunos de los artistas más notables del género. Por ejemplo, colaboraron recientemente con Quevedo y Yung Beef en ruinay con Saiko en el remix de Te acuerdas. En cualquier discoteca centenario, son los más solicitados.
Otro de los que ha conseguido subirse a esta ola de artistas discretos, generacionales y profundamente exitosos es El Bugg. Nacido en Motril, Granada –localidad donde se encerró a rezar en una iglesia la madre de Luis Rubiales–, ha conseguido capturar casi sin esfuerzos el pulso de la generación Z.
Su voz es ronca y rota, como la de una Sabina posmoderna sin desayunar, y su capacidad para sonar callejero, innata. Es capaz de hacer trap sobre un ritmo de reguetón y de hacer reguetón sobre un ritmo trapero; sus videoclips son los más calles de todos, con apariciones estelares del barrio patrullado por sus amigos; Además, ha captado la esencia de la nueva moda juvenil y alternativa, luciendo camisetas de fútbol y prendas de marcas pretenciosas – Louis Vuitton, por ejemplo – evidentemente falsas. Su último álbum, El Rosarioes de las mejores autobiografías musicales de 2025.
Quizás de los más jóvenes de la lista es Ladiferencia2006, un chaval del año que su propio nombre indica que tampoco se ha pensado en exceso su alias,y esa es precisamente una de las señas de identidad de esta generación de músicos: no se toman demasiado en serio, no diseñan cuidadas campañas estéticas y mediáticas para apoyar sus lanzamientosno tienen un equipo de quince especialistas en redes sociales para firmar un bailecito en TikTok. A su modo, han despreciado la gravedad líquida de las redes sociales para abrazar la solidez de la postironía.
Ladiferencia2006 es prácticamente anónimo, sin embargo, se sabe que es de Hospitalet de Llobregat y que consiguió convertir Tussicólogouno de sus primeros temas, en un gran exitazo comercial gracias a la sugerente combinación de los ritmos del reguetón viejo con un argot actual. Su secreto pasa por solo centrado en la música; juega un ser subterráneo y de momento lo es.
Estos son solo algunos de los artistas que se están posicionando dentro de esta ola, sin embargo, hay muchos más. La anteriormente citada Vendición Records se ha convertido en un sello de autor que Yung Beef aprovecha para lanzar al estrellato independiente a chavales prácticamente desconocidos. que no necesitan ser enormes ídolos de masas que cuiden su imagen y sean alabados en público, les vale con cobijarse bajo el encanto que tiene la discreción y hacer un sonido que, aun cuidado hasta sus límites, suena puro y sucio, como si se reprodujera en un JVL barato en un piso compartido por cuatro estudiantes cerca de Aluche.
