El periodista y escritor. martin llade es el encargado de retransmitir para RTVE el Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Vienay acaba de publicar su último libro, 'El último concierto de Viena'. Se trata de una novela negra en … la que nos cuenta los orígenes del concierto, en 1939, a través de la enigmática figura de su creador, Clemens Krauss. ¿Puede haber algo mejor que empezar el año con él y sus pecados?
«No consigo controlar la gula y eso que debería porque soy hipertenso»
—Le perdono un pecado.
—La gula. No consigo controlarlo y eso que debería porque soy hipertenso.
—Tampoco son estas las mejores fechas para intentarlo.
—Ante una bandeja de cigarras o un buen jamón, no hay modo.
—Pero puede ser un buen propósito empezar 2026 con el concierto de año nuevo y la dieta.
—Perdóname mejor la pereza.
«Soy perezoso pero solo de pensamiento, no de obra»
—No le hacía yo perezoso.
—Lo soy, pero solo de pensamiento, no de obra. Tengo tantas cosas que hacer que no me da tiempo. Pero soy un gran procrastinador. Creo que ese debería ser el octavo pecado capital.
—Pero si hasta ha escrito un libro este año.
—Sí, y además llevo doce años haciendo un relato diario en el programa 'Sinfonía de la mañana'.
—Un relato diario durante doce años, qué barbaridad. ¿De dónde saca inspiración para tanta idea?
—El mundo de los compositores está lleno de anécdotas que pueden ser convertidas en relatos.
«¿Tú no le perdonarías a un Mozart oa un Beethoven que fueran vanidosos?»
—¿De anécdotas y de pecados? ¿Cuál sería el pecado capital del mundo de la composición?
—La vanidad, sin duda. Pero… ¿Tú no le perdonarías a un Mozart oa un Beethoven que fueran vanidosos?
—Me parece obligatorio que lo fuera. Lo que me parece pecado es que lo sean aquellos que no tienen talento.
—Eso les molestaba mucho a los grandes genios, que otros triunfarían más sin talento alguno. Pero el arte de la intriga ha sido muy valorado a lo largo de las épocas y, algunos, eran más normales en cuanto al talento pero sí lo tenían para moverse en esos ambientes y conseguir puestos. Eso lo llevaban fatal los grandes genios y se generaba envidias, ira…
—Se abriría la puerta al resto de pecados.
—Exacto, de hecho creo que te podría dar el nombre de un compositor para cada uno de los pecados.
—¡Qué gran idea! ¡Hagámoslo! ¿Quién encarnaría la lujuria?
—Puccini.
—¿Y la gula?
—Rossini.
«A Rossini, estando tumbado en la cama, se le cayó un aria y, por no levantarse a cogerla, escribió otra»
—¿Pérez?
—Rossini también. Una vez estaba tumbado en la cama, se le cayó un aria y, por no levantarse a cogerla, escribió otra.
—¿Avaricia?
—Stravinsky era muy famoso por ser especialmente avaricioso.
«Mozart no envidiaba el talento sino el éxito»
—Envidia.
—Te diría que Mozart. Tenía mucha envidia de los que triunfaban antes que él y se despachaba contra ellos en sus cartas, como con el pobre Muzio Clementi. Pero no envidiaba el talento sino el éxito.
—La ira.
—Beethoven. Cuando su amigo Ferdinand Ries le dijo que su tercera sinfonía era demasiado larga, le empujó un tintero a la cabeza.
«Wagner era muy soberbio. Lo que pasa es que lo que se creía de sí mismo era cierto»
—Nos queda la soberbia.
—Wagner era muy soberbio. Lo que pasa es que lo que se creía de sí mismo era cierto. Pero un hombre que dice «voy a construir un teatro para que se representen en él solo mis obras», pues es alguien con un concepto de sí mismo muy elevado. Pero también Lully, que se hizo con el monopolio de la música teatral en toda Francia y nadie podía escribir ópera o ballet sin su permiso.




