En Colón, decimos que no hay nada más típico que el desayuno chino.
Hablar de Panamá es hablar de un país forjado por migraciones, encuentros culturales y aportes colectivos que, con el paso del tiempo, se han convertido en parte inseparable de nuestra identidad nacional. Entre esas comunidades, la comunidad china ocupa un lugar fundamental. Su presencia en Panamá no es circunstancial ni reciente: es histórica, constante y profundamente influyente, especialmente en la provincia de Colón, donde su huella económica, social y cultural ha sido decisiva.
Desde mediados del siglo XIX, hombres y mujeres de origen chino llegaron a Panamá atraídos por las oportunidades que ofrecían el tránsito interoceánico, el ferrocarril y, posteriormente, el Canal. En Colón, puerta atlántica del país y punto neurálgico del comercio, la comunidad china se asentó, trabajó y prosperó, abriendo comercios, impulsando la actividad mercantil y convirtiéndose en un pilar silencioso pero firme del desarrollo local. Generaciones enteras nacieron, crecieron y aportaron desde esta provincia, sintiéndose tan colonenses como panameños.
La comunidad china no solo contribuyó al crecimiento económico. También aportó valores: disciplina, trabajo constante, sentido comunitario y una fuerte vocación de servicio. Sus tradiciones, festividades y símbolos se integraron al paisaje cultural panameño, enriqueciendo nuestra diversidad. Reconocer esta historia no es un gesto de cortesía; es un acto de justicia histórica y de respeto a quienes ayudaron a construir el país que hoy conocemos.
En ese contexto, los monumentos y espacios conmemorativos dedicados a la comunidad china no son simples estructuras urbanas. Son símbolos de memoria, reconocimiento y convivencia intercultural. Por ello, la demolición del monumento ubicado en el mirador de Colón no puede entenderse únicamente como una decisión administrativa o técnica. Derribar un monumento que representa a una comunidad histórica equivale a desconocer su herencia cultural y minimizar su aporte al desarrollo de Panamá, particularmente en Colón.
Las ciudades no se construyen solo con concreto y acero; se construyen con memoria, símbolos y narrativas compartidas. Cuando un monumento desaparece sin un proceso claro de diálogo, explicación y sensibilidad cultural, se envía un mensaje peligroso: que la historia de algunos puede ser borrada con facilidad. Eso debilita el tejido social y erosiona la confianza entre las comunidades.
Dicho esto, también es justo y necesario reconocer las acciones positivas que sí honran esa memoria. Durante este año, la Alcaldía del distrito de Colón, en conjunto con la comunidad china de la ciudad, llevó a cabo una importante labor de restauración del mirador ubicado en el Paseo Marino, un espacio que celebra y conmemora a la comunidad china de Panamá en la provincia de Colón. Esta iniciativa demuestra que cuando hay voluntad, diálogo y respeto mutuo, es posible avanzar en el desarrollo urbano sin sacrificar la identidad cultural.
La restauración de este mirador no solo embellece la ciudad, sino que reafirma un mensaje poderoso: la comunidad china es parte integral de Colón y su historia merece ser visible, cuidada y celebrada. Este tipo de acciones fortalecen la cohesión social, promueven el turismo cultural y educan a las nuevas generaciones sobre la diversidad que nos definen como nación.
La ciudad de Colón tiene el desafío de modernizarse sin olvidar sus raíces. Preservar los símbolos que representan a sus comunidades no es un obstáculo para el progreso, sino una garantía de que ese progreso será inclusivo y respetuoso. La comunidad china ha estado, está y seguirá estando presente en la historia panameña. Honrar su legado no es opcional: es una responsabilidad colectiva.
La autora es abogada.





