
En 1997, Boeing fue el centro de atención de Wall Street. La compañía acababa de superar obstáculos regulatorios para fusionarse con McDonnell Douglas, convirtiéndola en el mayor fabricante de aerolíneas a reacción y el segundo contratista de defensa más grande del mundo, un gigante con más de 200.000 empleados y fábricas y plantas en expansión repartidas por todo Estados Unidos. Boeing, como sonrió radiante un periodista financiero en aquel momento, "también uno de los mayores exportadores del país, lo que lo convierte en algo así como el Departamento de Estado de Industria Estadounidense.".




