El 5 de mayo, un público vienés se reunió en la Judenplatz, en el primer distrito de la ciudad, para escuchar al filósofo israelí Omri Boehm pronunciar su «Discurso a Europa», el tercero de la serie siguiente. Oleksandra Matviichuk (2023) y Timothy Snyder (2019).
La plaza estaba abarrotada. La gente tenía curiosidad por escuchar lo que Boehm, conocido como un intelectual israelí original y disidente, tendría que decir sobre la guerra de Israel contra Gaza.
Algunos ya habían decidido que no sería de su agrado. La Comunidad Judía de Viena (Israelitische Kultusgemeinde) había hecho campaña para que se cancelara el discurso. El ex presidente del Kultusgemeinde, Ariel Muzicant (actualmente presidente interino del Congreso Judío Europeo), había llegado a decir que, si hubiera sido «30 años más joven», habría llegado a «tirarle huevos a Boehm'.
Pero la ciudad de Viena permitió que las conversaciones siguieran adelante. No hubo huevos, aunque una fila de manifestantes se paró frente al escenario, de espaldas al orador, bloqueando la vista con carteles pro-israelíes y anti-Hamás.
Pero cualquiera que hubiera esperado que el filósofo pronunciara un discurso político se habría sentido decepcionado. Aunque Boehm condenó claramente el trato de Israel a los palestinos, optó por concentrarse más en las raíces de la tolerancia europea ante la violencia llevada a cabo por ambos lados.
Si algo fue realmente controvertido fue su argumento de que dicha tolerancia surge de un conjunto de supuestos morales sostenidos no sólo por el centro liberal sino también por la izquierda decolonial.
La creencia universalista en la incondicionalidad de la dignidad humana, afirmó Boehm, se ha visto socavada por dos tendencias: primero, instrumentalizar la memoria de los crímenes históricos con fines nacionales y políticos; en segundo lugar, respaldar la subordinación de la justicia y los derechos humanos a la soberanía nacional, particularmente entre las antiguas víctimas de Europa.
En esta lectura, la posición de Europa hacia Israel debe basarse no en argumentos históricos –ya sea la noción de expiación o la opinión de que cualquier medio está justificado– sino en la razón y la justicia, incluso y especialmente cuando eso cuestiona los compromisos e intereses más profundos de Europa.
Fue un discurso brillante, precisamente porque no eximió a nadie de las críticas. Puedes leer el texto completo. aquí.
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