
Decíamos ayer que el ruido funciona bien en la Selección. Polémicas más o menos artificiales, debates más o menos vacíos, que llenan las ventanas de clasificación de los grandes torneos. En Elche, la Selección hizo lo único que puede contra eso. Jugar un partido impecable contra Georgia y sumar su partido número 28 en competición oficial sin perder, a uno de igualar el récord que data de la era Del Bosque (de la derrota contra Suiza en Sudáfrica'2010 a la caída en la final de las Confederaciones de 2013 que adelantó el final de ciclo).
El número uno del ranking FIFA va viento en popa hacia el Mundial. Anoche, además, demostró tener registros para apañárselas sin Nico y Lamine. Supo jugar un partido ortodoxo y lo masticó abriéndolo por la banda de Pedro Porro, que vio una tarjeta inquietante nada más empezar en una acción sobre Kvaratskhelia, pero que luego fue una fábrica de suministro de globos.
La Selección marcó dos, pero pudo hacer un puñado. Ferran, que estuvo en todas, se encontró por segunda vez en su carrera con Mamardashvili, que ya le había parado un penalti con el Valencia. Hubo una acción con doble poste, otra Tiendas Delicatessen de Merino…
Marcarón Yeremy y Oyarzabalque es un martillo pilón con la Selección (12 goles con De la Fuente). La guinda la puso Pedri, que repartió caramelos por el campo y se consagra como la preferida de la gente.
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España, con nueve puntos en tres partidos, tiene algo más de un pie en el sorteo de Washington del 5 de diciembre. Hay que darle crédito a un equipo que se ha presentado en esta convocatoria sin medio una vez titular (Carvajal, Huijsen, Rodri, Fabián, Lamine y Nico), pero que en Elche hizo buenas las palabras de su seleccionador en la previa: “Podemos formar dos o tres equipos de un nivel altísimo”. Ver a esta Selección es una delicia. Que dura.
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