Colombia asumirá, en enero próximo y por un período de dos años, una silla como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, principal órgano que es responsable de mantener la paz y la seguridad internacionales. Esta se constituye en una de las mayores responsabilidades que un país puede tener en política exterior y diplomacia multilateral.
Esta elección es el resultado de un esfuerzo de Estado de varios años, iniciado en 2013 y posteriormente consolidado por la administración actual. Las votaciones, realizadas en junio de 2025, otorgaron a nuestro país –en representación del Grupo de América Latina y el Caribe– un total de 180 votos a favor.
Colombia deberá trabajar junto con Panamá (miembro no permanente 2025-2026) con el fin de incidir en la agenda mundial, sobre la base de un ejercicio de autonomía estratégica y proyección de las prioridades nacionales y regionales. No obstante, tendrá que enfrentar presiones y desafíos que exigen equilibrar pragmáticamente principios y realismo, construir consensos y preservar la coherencia en la política internacional.
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Los temas de la agenda del Consejo son los de mayor calibre y tienen múltiples prismas, incluyen –entre otros– la invasión de Rusia contra Ucrania, Medio Oriente, África, Haití, la misión de verificación en Colombia, al tiempo que temas transversales como mujeres, cambio climático y ciberseguridad.
El pleno ejercicio de este rol requiere enormes dosis de conocimiento, liderazgo, experiencia y habilidad para la construcción de puentes con sus 15 miembros, especialmente con los cinco permanentes: China, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y Rusia. Este requerirá el concurso director del jefe de Estado, su canciller y del equipo de trabajo en la misión en Nueva York.
Daños tras bombardeo ruso en Kiev. La agenda del Consejo incluye la invasión de Rusia contra Ucrania Foto:Foto:EFE
Estrategia y profesionalismo
En este marco y luego de la intervención del presidente Petro en la pasada Asamblea General de la ONU, surge la inquietud de si el Gobierno insistirá en un discurso marcado por un lenguaje agresivo, espíritu de confrontación y tono populista en los foros internacionales. En caso positivo, la diplomacia colombiana se enfrentará a un viacrucis que pondrá en riesgo su reputación, la confianza y el interés nacional. Más vale calibrar cada palabra y medir cada paso. No hay margen para el error, ni para bravuconadas ni para improvisaciones, mucho menos a través de mensajes intempestivos en redes sociales.. Hay que entender que no somos el “corazón del mundo” y la era de los caudillos es cuestión del pasado. La regla de oro es: diplomacia, estrategia y profesionalismo.
Más allá de la interrelación creciente entre los aviones internos e internacionales (“intermestics”) como seguridad, narcotráfico o migraciones, las decisiones que Colombia adopta en la ONU no pueden estar en función de unos finos electorales internos para enarbolar falsas banderas antiimperialistas y provocar innecesariamente a nuestros aliados tradicionales, más aún cuando la presidencia de este órgano le corresponderá a Colombia en junio de 2026, en plena campaña presidencial.
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Participaciones previas
Debe resaltarse que nuestra participación en la Organización tiene un carácter histórico como país fundador, que contribuyó a la Carta Constitutiva de San Francisco en 1945.
Y para Colombia, tanto la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Ecosoc y la Comisión de Consolidación de la Paz han representado instancias fundamentales no solo para influir en las decisiones globales, sino también para aportar, a partir de su experiencia nacional, a la construcción de mecanismos y propuestas encaminadas a enfrentar los grandes desafíos de la humanidad.
Hablar de Colombia en las Naciones Unidas es sinónimo de una política exterior coherente, con liderazgo y compromiso para el fortalecimiento de un multilateralismo renovado, que se sustenta en los pilares de la paz, el desarrollo sostenible y la justicia, manteniendo como referencia el principio rector del Respice. Omnia (mirar el universo, mirar el conjunto).
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En el 2026 Colombia participará por octava vez como miembro no permanente del Consejo de Seguridad. Las experiencias más recientes fueron en 2001-2002 y 2011-2012, que permitieron impulsar, por ejemplo, la Resolución 1373 de lucha contra el terrorismo; liderar las discusiones sobre las armas pequeñas y ligeras; visibilizar temas propios de A. Latina, especialmente el narcotráfico y el crimen organizado como amenazas a la paz y seguridad internacionales; y destacar la conexión entre seguridad y desarrollo.
En cada uno de estos capítulos, el país fue ampliamente reconocido por sus contribuciones, capacidad negociadora, y su nombre quedó muy en alto. Les corresponden al actual gobierno nacional y al siguiente actuar con igual responsabilidad y efectividad. La Cancillería debe recuperar su papel de liderazgo y guardián de la reputación y de los intereses nacionales.tal como lo hemos indicado desde el Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori).
Paralelamente, las actividades del Consejo ocurren en una coyuntura crítica para la democracia global y la Organización. Se le cuestiona su irrelevancia frente a las crisis de paz y seguridad en lugares como Ucrania, Gaza y Sudán, entre otros. A ello se suman las tensiones existentes en áreas clave como medio ambiente, salud, comercio, migraciones y desarrollo, que ponen en entredicho su capacidad de articular consensos globales. Su estabilidad financiera y la postergación de aportes de algunos de sus miembros generan enormes interrogantes hacia el futuro.
Más vale calibrar cada palabra y medir cada paso. No hay margen para el error, ni para bravuconadas
ni para improvisaciones, mucho menos a través de mensajes intempestivos en redes sociales
En algunas ocasiones las críticas deben recaer –en gran medida– en la falta de voluntad política de los gobiernos para actuar. Consideramos que el debate es más amplio y gira en torno a la vigencia y efectividad del multilateralismo. No podemos entrar a un orden global en el que primen el unilateralismo y la lógica del más fuerte.lo cual reta los principios de la misma carta fundacional de la ONU.
En este marco, el Gobierno Nacional adoptó el lema 'Experiencia construyendo paz' para el desarrollo de su trabajo en el Consejo de Seguridad, durante los primeros seis meses de 2026, el cual parte del camino recorrido en los diálogos y acuerdos con varios grupos armados durante décadas, especialmente el alcanzado en el 2016 con las Farc-Ep. En tal sentido, hace énfasis en tres pilares: establecimiento y consolidación de la paz; experiencia en la resolución de conflictos armados; e inclusión como valor que fortalece la democracia.
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Consideramos que es fundamental preservar el consenso dentro del Consejo de Seguridad sobre el apoyo a la implementación del Acuerdo 2016 en Colombia, así como sobre la relevancia y continuidad de la Misión de Verificación.
No obstante, resulta falaz equiparar los Acuerdos de 2016 con la 'paz total' y pretender presentar esta última como un éxito, cuando ha fracasado y se ha convertido en un factor de impunidad y desestabilización. La seguridad se ha deteriorado a nivel nacional, producto del denominado 'Pacto de La Picota'. Más del 70 por ciento del territorio está bajo influencia de grupos armados ilegales. El cultivo de coca ha aumentado hasta alcanzar las 300.000 hectáreas en 2024mientras que el país sigue siendo el mayor productor de cocaína en el mundo.
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El 'segundo tiempo'
A partir de agosto de 2026, el próximo gobierno debe formular una agenda integral para su actuación en el Consejo de Seguridad. Para ello será fundamental la generación de amplios consensos internos, a través de consultas con diversos sectores del país como los excancilleres, las universidades y centros de pensamiento, la Academia Diplomática y expertos. Debe ser un ejercicio de construcción sobre lo construido, bajo una estricta rigurosidad académica, principios, experiencia y diversidad.
Esta se constituye en una oportunidad para el ejercicio multilateral de una 'Diplomacia para la seguridad y el desarrollo'. El punto de partida será el fortalecimiento del papel de Naciones Unidas a través de la Agenda 2030, el Pacto del Futuro y la Iniciativa ONU80.
Colombia debe aplicar los criterios de contenido, oportunidad, valor agregado y unidad para cada acción que se tome en el seno del Consejo de Seguridad, independientemente del formato que se adopte (declaración de prensa, declaración presidencial o resolución).
Se tiene la enorme responsabilidad de representar los intereses nacionales y de la región, al tiempo de actuar como puente, liderar debates en temas sensibles como ciberseguridad y nuevas tecnologías, y proyectar nuestra experiencia en paz y reconciliación.
Propuesta de agenda
Entre las líneas específicas de acción, se proponen los siguientes puntos para una agenda de Colombia en el Consejo de Seguridad:
1. Fortalecer el vínculo entre seguridad y desarrollo para prevenir conflictos, promover la paz y el progreso socioeconómico en regiones vulnerables. Un entorno seguro es esencial para el desarrollo sostenible, mientras que el crecimiento económico y el bienestar social reducen las causas estructurales de la inestabilidad. Haití debe ser un caso de atención inmediata.
2. Lucha contra el narcoterrorismo como una sola unidad analítica que pone en riesgo la seguridad y la paz internacionales. Se promoverá la inclusión de estas organizaciones terroristas y sus miembros en los listados internacionales (v. gr., cartel de los Soles, 'Tren de Aragua' y demás amenazas regionales del crimen organizado), así como la promulgación de una nueva resolución del Consejo que complementa la 1373 del año. 2001.
La agenda de Colombia en el Consejo de Seguridad debe promover una lucha contra el narcoterrorismo. Foto:Archivo El Tiempo/ Agencias
4. Atacar el problema del comercio ilícito y el desvío de armas pequeñas y ligeras, y de sus municionesy desarrollar nuevas herramientas que permitan una mayor eficacia e impacto. Este es responsable del 60 por ciento de los homicidios en América Latina.
5. Atender el impacto del cambio climático en la seguridad internacional. Este es un multiplicador de riesgos que exacerban las tensiones políticas, sociales y económicas. Se necesita más mitigación, adaptación y financiación e integridad de la información.
6. Impulsar la reforma y el fortalecimiento del Consejo de Seguridad para la ampliación de sus miembros permanentes y no permanentes (sur global) y hacerlo más representativo y equitativo, fortalecer su autoridad, establecer límites al uso del veto y la fuerza, y robustecer la transparencia. Se necesita mayor velocidad y eficacia.
comentario final
Colombia tiene en el Consejo de Seguridad una nueva oportunidad para fortalecer un multilateralismo renovado y una agenda global que contribuya a la paz y el progreso bajo el principio de no dejar a nadie atrás. A su vez, Será decisivo el papel que cumplirá en la elección del nuevo secretario general de Naciones Unidas, que le corresponderá a un representante de la región de América Latina y el Caribe, a partir de 2027.
Necesitamos una Organización que se sitúe en el centro al ser humano, ante el cambio de época que vivimos. En palabras de Felipe VI, rey de España, “creer en las Naciones Unidas es creer con firmeza en la universalidad de los principios y valores recogidos en su carta y en la Declaración Universal de los derechos humanos; es eludir la tentación de modularlos con particularismos, con relativismos, con excepciones. Porque la dignidad del ser humano no es negociable”.
GUILLERMO FERNÁNDEZ DE SOTO
Y ANDRÉS RUGELES (**)
Para EL TIEMPO
Presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori), excanciller (1998-2002) y exembajador ante Naciones Unidas.(**) Vicepresidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori), exembajador y representante alterno ante Naciones Unidas.




