¡Mi Imbabura querida!
Imbabura es la tierra mía por adopción, de mi madre por nacimiento, ella falleció en este julio, y también es la tierra de algunos hermanos nacidos allí.
¿Qué hicieron de esa provincia mi querida provincia donde crecí? Donde amé toda su geografía y lindas gentes, de todas las etnias, nos quisimos y crecimos como hermanos, allí viví y estudié escuela y colegio.
Que les pasó esta vez, ¿Por qué tanta maldad, tanto resentimiento y odio por parte de personas, que estaban fuera de sí? Yo ya no lloraba, pero he llorado viendo la bella y pacífica Otavalo de gente muy trabajadora como de toda mi provincia, parece una escombrera desde que ingresas por la panamericana Norte, miren su centro, vidrios rotos, dañadas las puertas, vidrieras, ventanas de almacenes, tiendas, restaurantes, plazas y calles, todo destruido, las personas conversan que les pegaban, ¿saben por qué?, porque no plegaban al paro y por querer trabajar. Tenían cercada a la gente del centro de comercio varios días.
¿Quién les pagará por los daños? ¿Desde cuándo es obligatorio hacer lo que uno NO quiere ni desea? No hubo respeto ni por las personas mayores. Arremetieron con furia contra todo lo que funcionaba con normalidad y contra sus dueños. Los del paro exigieron a la fuerza dinero, comida, combustible, gas, etc., diciendo que era para el paro. 24 días de asalto y ataque, el traumatismo es terrible.
Ojalá hayan registrado las escenas en los días más álgidos, de sus malas acciones, no para castigo, aunque la Fiscalía de oficio tiene la obligación de iniciar las investigaciones, sobre esos delitos que son penales, alguien debe responder por los daños a la propiedad privada y pública. Los medios deben ir a grabar, fotografiar y entrevistar a las víctimas de Otavalo, publicar en todos los medios de información posible, para que se vean como en un espejo los dirigentes y sus seguidores, y por lo menos reconozcan que algo está mal en sus cabezas y en sus conciencias.
Un paro, una marcha, una protesta deben ser pacíficas, respetando a quienes no quieren participar.
Los jóvenes indígenas no quieren eso, han manifestado su contrariedad, quieren otra forma de comunicación, a través de las redes sociales, sus celulares mediante mensajes de no violencia en las calles. La generación de ellos piensa, de distinta forma, a Dios gracias.
Mercedes Regalado




