En el Perú no somos especialmente aficionados al béisbol, pero algunas nociones de las reglas del juego tenemos. Sabemos, por ejemplo, que, tras tres intentos fallidos de pegarle a la bola, todo bateador es retirado del lugar desde donde estaba procurando hacerlo. No hay tutía. Nada de “no sean malitos, déjenme hacer un intento más”. Y en política, por supuesto, suele ocurrir lo mismo. Que le pregunten, si no, a Lourdes Flores.

Ilustración: Composición GEC
La verdad, sin embargo, es que en este último terreno la norma admite excepciones. Un vuelco de la fortuna le ofrece a veces una cuarta oportunidad a quien ya acumuló tres 'strikes' en aquello de aspirar a la presidencia. Y se diría que eso es lo que ha sucedido esta semana con Keiko Fujimori, a raíz del pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre el Caso Cocteles. Con justa razón, el caso está ahora camino al archivo y el fiscal majareta ha conocido finalmente el ridículo para el que con tanto denuedo trabajó por años. La situación, pues, luce inmejorable para que la líder de Fuerza Popular deje de simular que está deshojando margaritas a propósito de una nueva postulación al cargo más alto en la estructura del Estado y declare oficialmente lo que ya todos sabemos. La circunstancia de haber sido víctima de un prolongado atropello, que supuso tres encierros y escarnios diversos, hará difícil que en la campaña del próximo año sus detractores la acribillen otra vez con la muletilla de “corrupta” y podría incluso inclinar a cierto sector de la ciudadanía a hacerle un desagravio en las ánforas. El anuncio de su colocación en el partidor, no obstante, no puede esperar más, pues las encuestas revelan que, desde hace meses, Rafael López Aliaga le viene succionando electores de un modo lento pero seguro.
–Arrímate, Alfonso –
Si la señora Fujimori, en efecto, deja pasar los días sin decir que irá una vez más tras la banda embrujada, pronto estará dándose de codazos con Alfonso López Chau y Rafael Belaunde en los sondeos de intención de voto. Pero ese no es su único problema. Si, como todo indica, se decide coger el bate por cuarta vez, ella tendrá que ofrecer a los sufragantes algo más que la evocación parcial de los hitos que marcaron el paso de su padre por el poder (digamos, la captura de Abimael Guzmán sí, pero el golpe del 5 de abril). No). Dar, por ejemplo, la impresión de que, de llegar a Palacio, no sería el personaje irresponsable y frívolo que se lio en una riña perniciosa con el aún más frívolo PPK durante su breve gobierno. Convencer asimismo a quien pueda de que sus pataletas vengativas son cosa del pasado y de que ahora se concentraría más bien en gobernar dentro de los límites que impone el Estado de derecho y con la entereza de enfrentar los espinosos asuntos que el fundador del fujimorismo soslayó. Concretamente, la persistencia de Petroperú y Sedapal como empresas estatales. Persuadir, finalmente, a los desesperados peruanos de que no les quitaría el cuerpo a otros retos igual de delicados, como el de sacar adelante los proyectos mineros trabados por las razones que conocemos o acabar con la rigidez de la legislación laboral en el país…
Todo eso tendría que hacer, pero lo cierto es que, por línea de carrera, lo más probable es que no se comprometa con nada de lo aquí señalado, y que, en lugar de ello, continúe dando a su bancada instrucciones populistas, como la de votar por la extensión del Reinfo antes de que termine el año. Haciendo, en suma, lo necesario para acumular un cuarto 'strike' ignominioso.




