En las últimas décadas, Katmandú ha experimentado cambios significativos. A medida que la antigua capital, que estaba aislada, fue abriendo gradualmente sus fronteras al turismo receptivo, el número de visitantes a Nepal ha aumentado drásticamente. Mientras que hace poco más de 50 años, solo 5.000 turistas visitaban el país anualmente, hoy la cifra ha superado los 270.000. Sin embargo, este aumento del turismo no ha estado exento de consecuencias.
La contaminación ha aumentado drásticamente en este país de bajos ingresos que lucha por controlar el turismo entrante. El impacto de la modernización afecta a todos los nepaleses. El Himalaya, que en su día fue el objetivo principal de los montañistas, ahora ostenta un nuevo récord: Se les conoce como «el basurero más alto del mundo» debido a la acumulación de residuos.El auge de las caminatas, las expediciones y el turismo receptivo le reportan al país millones de dólares anuales. Aunque sólo unos pocos individuos escalan la montaña más alta, se ha desarrollado una importante economía a su alrededor, creando numerosas oportunidades de trabajo. El campamento base del Everest, situado al pie de la montaña, un pequeño pueblo a una altitud de más de 5.000 metros, recibe hasta 1.000 personas durante la temporada alta, lo que afecta significativamente al área natural.
Cada nueva expedición, de las que se realizan cientos cada año, va acompañada de varias personas, entre ellas cocineros, porteadores de altura y al menos un guía. Los equipos pueden tener hasta diez miembros. Sin ellos, ascender a la cima sería imposible. Hasta 1985, la basura y los desechos producidos durante las largas expediciones no se bajaban, sino que simplemente se dejaban atrás. ¿Quién querría cargar con un peso extra, pesado y arriesgado?
Los plásticos y otros desechos se acumulan en el suelo, dejando huellas de expediciones anteriores y acumulándose en grietas donde se vierten deliberadamente. Las autoridades nepalesas han reconocido el problema y han aplicado medidas para reducir esta contaminación, exigiendo a las expediciones que minimicen sus residuos. Aunque las nuevas normas han ayudado a mejorar la situación, no la han solucionado por completo, y los residuos que se han ido dejando atrás durante décadas siguen resurgiendo como parte de la vida en la montaña.
Actualmente se están realizando esfuerzos para recoger estos residuos, bajo la supervisión del Comité de Control de la Contaminación de Sagarmatha (SPCC), que supervisa parte del proceso de clasificación. Sin embargo, estos esfuerzos suelen ser ineficaces debido a los peligros que implica el transporte de materiales en condiciones extremas. Además, los expertos observan que los residuos siguen siendo abandonados a lo largo del camino.
El problema de los desechos en el Everest no es solo culpa de los montañistas. Es un problema sistémico que requiere el esfuerzo colectivo de todas las partes interesadas, incluidos los turistas, los guías y los responsables de las políticas, para encontrar una solución sostenible.
La observación sigue siendo consistente: Las laderas de la montaña están cubiertas de residuos que, en su mayor parte, permanecerán allí porque no se pueden bajar de forma segura. El resto probablemente terminará en los vertederos de Katmandú, lo que pone de relieve la urgente necesidad de encontrar soluciones a largo plazo para la gestión de los residuos, como invertir en infraestructuras sostenibles y promover el turismo responsable. Solo una pequeña parte de los residuos se reciclará o reutilizará, pero con las políticas y prácticas adecuadas, podemos aumentar este porcentaje y reducir el impacto ambiental del turismo masivo en el Everest.




