JOSÉ LUIS MUÑOZ
No coge por sorpresa al espectador la extraordinaria calidad cinematográfica de los domingosla muy merecida Concha de Oro del último festival de San Sebastián, teniendo en cuenta quién es la directora. Alauda Ruiz de Azua (Baracaldo, 1978), tras el éxito de sus cinco lobos (Goya a mejor dirección novel), vuelve a conmovernos con este drama familiar que gira en torno a la vocación religiosa, a la llamada de Dios, y no es extraño porque en su anterior película que giraba sobre la muerte de una madre y sus repercusiones familiares, también estaba esa pulsión religiosa que es muy profunda en la sociedad vasca tradicional.
Ainara (una Blanca Soroa sencillamente luminosa en su debut cinematográfico) es una adolescente brillante que aspira a ser universitaria cuando se despierta en ella, tras unas convivencias escolares en un convento de monjas de clausura, una vocación religiosa imparable. Su deseo de ingresar en un convento choca con la oposición cerrada de su tía Maite (Patricia López Arnaiz borda su papel), que la considera su hija tras la pérdida de su madre, y la actitud ambigua de su padre Iñaki (Miguel Garcés) que está atravesando un complicado momento económico.
los domingos es un drama familiar cocido a fuego muy lento que tiene un arranque que puede ser desalentador para el espectador impaciente, pero luego alza el vuelo y lo hace hasta la estratosfera. La directora vasca retrata con precisión las tensiones de ese núcleo familiar muy tradicional presidido por la abuela María Dolores (Mabel Ribera), en donde hay algún verso suelto como el marido de Maite, el argentino Pablo (Juan Minujín) —a destacar su divertido monólogo con Dios para intentar disuadir a su sobrina—, y en el que afloran rencillas económicas entre hermanos (para salvar el restaurante que regenta Iñaki, se hipoteca la casa familiar).
Lo medular de los domingos es la fe religiosa inquebrantable de la joven Ainara —a destacar su éxtasis religioso en la misa de difuntos—, que no se quiebra a pesar de ese escarceo amoroso con su compañero de coro Mikel (Guille Zani). Una vocación alimentada y alentada por el joven sacerdote que la asesora espiritualmente en el colegio y las religiosas que le imparten las clases.
los domingos está en las antípodas, por ejemplo, de Caminola crítica feroz contra el estamento religioso, concretamente el Opus Dei, que hizo Javier Fesser en 2008. Uno de los méritos de Alauda Ruiz de Azúa es su exquisita equidistancia ante lo que cuenta, su neutralidad al tratar con sumo respeto la vocación religiosa de la joven Ainara. La realizadora deja que cada espectador tome sus propias conclusiones sobre si la iglesia manipula o no a la joven —la madre priora (Nagore Aranburu), quizás el personaje más turbio, quiere saber hasta donde llegó ese escarceo amoroso de la novicia e insiste en conocer los detalles, si hubo algo más allá de los besos— para llevarla a su redil. Frente al rechazo frontal de Maite, que no quiere perder a su sobrina Ainara y lo dramatiza todo, la actitud más comedida de su padre Iñaki, quizás por intereses económicos simplemente (su hija, en el convento, no generará gastos).
Actores en estado de gracia para una película cuyo argumento podría parecer, en un principio, no ser muy atrayente pero que la pericia de una gran directora se convierte en un fresco de la sociedad tradicional vasca en donde la iglesia tuvo una presencia muy destacada incluso en sus momentos más convulsos y no siempre acertada. Unos espectadores pueden ver los domingos como una crítica velada al sectarismo eclesiástico, otros, por el contrario, como banderín de enganche para jóvenes en una iglesia que se resiente por la falta de vocaciones, y ambas interpretaciones están en la película, pero unos y otros convendrán que están ante una gran película.




