Esa palabra, identificada instantáneamente con la Nueva Ola francesa, falta en “Nouvelle Vague”, una ausencia que no surge como un accidente sino como una declaración de Linklater que por guardar silencio es mucho más ruidosa que una simple mención. Autor es la palabra francesa común para “autor”, y la Cahiers quinteto lo utilizó para caracterizar los directores cuyo trabajo amaban porque lo que les encantaba especialmente era la personalización e individualización de un arte que es intrínsecamente colaborativo, casi siempre caro y, por lo general, dependiente de una estricta supervisión de los productores. En otras palabras, hay algo contrario a la intuición en la idea, y la Cahiers El grupo, al exaltar a los directores como artistas de primer orden, estaba al mismo tiempo describiendo su propia experiencia como cinéfilos, dando una lección sobre cómo ver películas y abriendo camino para la apreciación de las películas que ellos mismos eventualmente harían.
Es una idea que también me obsesiona, porque se corresponde con mi propia experiencia al ver películas, desde que comencé a preocuparme por ellas (gracias a “Breathless”) hasta el día de hoy. Pero hay un aspecto de la noción del director como autor que, debido a su poder estético, se pasa por alto con demasiada facilidad: su relación con la producción de películas. El crítico más famoso de la cohorte fue Truffaut, porque su trabajo apasionado, intemperante y profundamente argumentado en Cahiers consiguió que lo contrataran en un semanario de amplia circulación, Letrasdonde su ritmo y cantidad de escritura le permitieron difundir su perspectiva autorista en profundidad y en detalle. Allí, con sorprendente franqueza y sentido del destino, enfatizó que ser autor implicaba tener un enfoque tan personal y práctico en la realización de películas (en el lado del dinero, en los fundamentos de la administración) como en el arte del cine. Y es este aspecto el que Linklater enfatiza en “Nouvelle Vague”.
En lugar de que Godard y sus secuaces declamen sus creencias sobre el arte personal, “Nouvelle Vague” muestra el material severo del que está hecho el autor, detallando cómo trabajó Godard: cuán extraño, original, atrevido y, para algunos, desagradable. Linklater registra cómo el productor Georges de Beauregard (interpretado por Bruno Dreyfürst) encontró los métodos de Godard tan frustrantes que amenazó con cancelar el proyecto y reducir sus pérdidas, y cómo hubo que convencer a la protagonista femenina de la película, Jean Seberg (Zoey Deutch), de que no renunciara a mitad de camino.
Por supuesto, “Breathless” sí se filmó y completó, pero Linklater apenas muestra un momento de la película terminada. De esta manera, abarca a toda la audiencia potencial: los espectadores que han visto «Breathless» saben, o deberían saber, qué tiene de revolucionario y, para las personas que no han visto «Breathless», probablemente haya un placer especial al tratar de imaginar, sobre la base de «Nouvelle Vague», cómo sería la película de Godard. Cuando vi «Breathless» por primera vez, cuando tenía diecisiete años, no tenía la menor idea de cómo se hizo esa película o cualquier otra, pero sí sabía que se sentía diferente de cualquier otra película que hubiera visto debido a su espontaneidad estilo jazz; Intuitivamente, sabía que era una improvisación de una manera que otras películas parecían compuestas. Además, nada en las primeras características de los otros cuatro miembros del grupo Cahiers El quinteto, por muy geniales que sean estas películas, sugiere que sus métodos de producción fueron tan inusuales, tan originales, tan controvertidos o tan desconcertantes como los de Godard en “Breathless”.
Lo que hizo de la Nueva Ola francesa un fenómeno histórico mundial fue el trabajo que surgió de ella; pero lo que la hizo especialmente influyente entre los cineastas jóvenes fue algo más que las propias películas, algo incluso más que la juventud de su vanguardia. La Nueva Ola ofreció a los futuros cineastas una fórmula para convertirse en cineastas: les mostró que uno podía aprender a hacer películas no dominando la técnica en la escuela de cine, sino simplemente viendo películas abundante y cuidadosamente. Sugirió algo así como una venganza definitiva de los nerds, un anillo de bronce al alcance de los cinéfilos fanáticos, y Godard –cuyas películas presentan más referencias, y más descaradamente explícitas, a otras películas que las de sus pares– ofreció el principal ejemplo. “Nouvelle Vague” es una obra alegre porque, a pesar de las complicaciones de la realización de “Breathless” y los problemas profesionales (frente a fracasos comerciales y reacciones críticas) que la Nueva Ola soportó en los años siguientes, Linklater inscribe en la película el largo arco del triunfo histórico del grupo.
Lo que es fácil olvidar acerca de esta visión autodidacta (y algo que Linklater subraya repetidamente) es que la historia de la Nueva Ola demuestra que hay que tener amigos. Uno de los placeres de “Nouvelle Vague” es cómo presenta a esos amigos, tanto famosos como aquellos que quedaron fuera del protagonismo, como Suzanne Schiffman (interpretada por Jodie Ruth-Forest). Había sido una amiga desde los primeros tiempos de fanatismo cinematográfico del grupo, a finales de los años cuarenta; trabajó como supervisor de guiones con Godard y Truffaut durante los años sesenta; y se convirtió en una estrecha colaboradora de Truffaut (y nominada al Oscar, con él, por el guión de “Un día para la noche”), antes de trabajar como directora.




