La violencia intrafamiliar es Ecuador sigue siendo una herida abierta. Una que, aunque muestra una leve reducción, no deja de doler. Las cifras lo confirman.
Este 2025, las alertas registradas por el ECU-911 por violencia intrafamiliar disminuyeron un 20%. Pero ese descenso es engañoso. Hijo 65 138 mujeres, adolescentes y niñas en peligro. casi 200 emergencias diarias. Cada llamada representa un hogar fracturado.
Y la geografía de esa violencia es clara. Quito registro 22 477 alertasla cifra más alta del país. Le sigue Guayaquil con 12 877 y, más lejos, Santo Domingo con 3 924.
La capital concentra casi el doble de emergencia que el puerto principal. Un dato que obliga a mirar más allá del discurso habitual: la inseguridad no está solo en las calles, también vive puertas adentro.
El panorama se agrava con las muertes. 349 feminicidios en 2025, 75 más que en 2024. Una escalada que desmiente cualquier sensación de avance. Cuando los asesinatos de mujeres crecen, el país retrocede.
Ecuador se enfrenta a la ONU problema estructural. Uno que se sostiene en la falta de prevención, en la débil articulación institucional, en la revictimización de quienes denuncian, en la ausencia de seguimiento a agresores, en un sistema que reacciona tarde y protege poco.
Las soluciones existen. Países como Canadá han logrado reducir la violencia con redes de refugios financiados de forma sostenida y atención 24/7.
Bogotá ha reforzado comisarías de familia, protocolos de respuesta inmediata y políticas que vinculan protección con autonomía económica. Modelos cercanos, adaptables y realistas.
Ecuador puede avanzar. Quito debe hacerlo con urgencia. La violencia intrafamiliar no se supera contando menos llamadas, sino evitando más agresiones. Se reduce cuando el miedo deja de ser normalidadcuando el Estado actúa a tiempo y cuando la sociedad decide no mirar hacia otro lado.
Mientras eso no ocurre, cada cifra será un pedido de auxiliar. Uno que nunca debería llegar tarde.




