
En un centro de salud escuché a un médico: “¡No se preocupen; ocúpese!” Es una buena reflexión porque numerosas personas han “aprendido” a girar sobre las enfermedades, dolencias y tratamientos, y no sobre la salud y los medios preventivos para lograrla.
En tema de fondo es la ansiedad. El vértigo de la vida actual nos ha convertido en personas víctimas de sí mismas. En todo vemos problemas y dificultades que incuban el miedo, la culpa, la tristeza y la soledad.
Existe una tendencia entre los galenos que expresan que, en gran porcentajeel origen de nuestras dolencias es de carácter psicosomático; es decir, aparentes, surgidas de la ansiedad y sus secuelas: las jaquecas, los insomnios y los dolores imaginarios cuyas medicinas no se encuentran en las boticas.
En ese sentido, en el siglo XXI ha nacido una generación de “ansiógenos”, personas que viven centradas en la ansiedad, sea por situaciones personales no superadas -provocadas, por ejemplo, por el estrés-, o por sustancias automedicadas (ansiolíticas).
Las situaciones que provocan ansiedad son abundantes. Los principales son: el estrés laboral, la incertidumbre financiera, la presión social, los problemas de pareja y los cambios de vida.
Las conversaciones tienen, en general, esos guiones producto de la ansiedad y la búsqueda de soluciones inmediatas. Ocuparse de sí mismo y de los demás es interesante, siempre y cuando no nos convertimos en perseguidores.
En los hogares algunas personas actúan con efectos ansiógenos. Son intensas, preocupadas en exceso y angustiadas por motivos insignificantes. Se ahogan en un vaso de agua, demuestra fragilidad y debilidad en situaciones naturales de la vida. Las oficinas también están inundadas de personas ansiógenas, fruto del estrés o de algún apremio, a veces inexistente..
La ansiedad, según los especialistas, tiene un lado positivo: preocuparse es bueno: de los asuntos personales, de los temas o asuntos cotidianos. Es natural preocuparse -dicen-; interesarse porque los temas de la familia y del trabajo marchan bien y mejor. ¡Lo contrario sería despreocuparse! Pero cuando las situaciones ansiógenas son repetitivas o recurrentes, podrían considerarse enfermizas, si las tensiones suben de tono, y se convierten en caldo de cultivo de desasosiegos, inquietudes y temores. Allí entonces se hablaría de un trastorno de ansiedad.
Desde el punto de vista científico, la ansiedad es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones estresantes. Por eso, reconocer las causas puede ayudar a mejorar la calidad de vida y el bienestar emocional. ¡Hay que intentar superar el círculo vicioso de la ansiedad!
La preocupación controlada es saludable porque denota madurez y buen juicio. Así, velar por el bienestar de los hijos, de los padres y parejas es síntoma de buenas relaciones, y cuando se presentan problemas es bueno reaccionar en forma proporcionada, sin juicios de valor, lastimar ni culpar a nadie.
El manejo de la ansiedad es posible cuando se identifican las respuestas físicas y emocionales ante un problema.; pero cuando la ansiedad se torna abrumadora, se recomienda buscar la ayuda de un profesional de la salud mental para desarrollar estrategias adecuadas.
Don Correcto propone: No se preocupe (demasiado). ¡Ocúpese!




