
En microeconomía hay un concepto fundamental: la elasticidad precio. Este se aplica tanto a la demanda como a la oferta y mide qué tan sensible es la cantidad demandada u ofertada ante cambios en el precio.
Un factor determinante en la elasticidad, tanto de la demanda como de la oferta, es el tiempo. En el corto plazo, ambas suelen ser más inelásticas: cuando varían los precios, la cantidad demandada u ofertada cambia muy poco. Por el contrario, en el largo plazo, tanto la demanda como la oferta son más elásticas y reaccionan con mayor fuerza.
La maravilla de algunos conceptos económicos es que podemos aplicarlos a distintos mercados. En este caso, nos interesa trasladarlo al mercado de la demanda y la oferta política. Si consideramos el tiempo y las elasticidades, hay una lección clara: la importancia de evaluar el voto con suficiente anticipación.
Pensemos primero en la elasticidad de la demanda electoral, es decir, en nosotros como votados. Si decidimos nuestro voto con tiempo, tendremos más espacio mental para evaluar distintas opciones. Incluso si tenemos un candidato preferido desde meses antes, ese margen temporal nos permite cuestionar si realmente es la elección adecuada. Compararemos alternativas, nos informaremos mejor sobre sus propuestas y visualizaremos distintos escenarios en los que ese candidato podría encontrarse al llegar al poder. En cambio, si decidimos un último minuto, no habrá tiempo suficiente para informarnos o considerar alternativas. Terminaremos votando por impulso, por emocionalidad o por el candidato que logró colgar la mayor cantidad de carteles en la avenida más cercana a tu domicilio.
Luego está la flexibilidad de la oferta: los propios candidatos. Si cuentan con más tiempo para trabajar sus propuestas y consolidar sus partidos, podemos esperar –en un escenario optimista– mayor profesionalismo; pero también –en un escenario pesimista– mayor flexibilidad para adaptarse a las preferencias del electorado, algo que podría derivar en populismo. Por otro lado, los candidatos improvisados o “outsiders” que aparecen al final del proceso suelen tener propuestas más rígidas y menos aprendizaje político. Esto puede interpretarse, desde una mirada positiva, como autenticidad, pero también como inflexibilidad y desconocimiento de cómo sobrevivir en política.
Seamos realistas: una gran parte del electorado decide su voto a último minuto, es decir, sufre los efectos de la inelasticidad de la demanda electoral. Más del 30% aún no sabe por quién votar. Además, los planes de gobierno se presentan en plena época navideña, lo que deja apenas tres meses para evaluarlos; a mi criterio, muy poco tiempo. En cuanto a la oferta política, tenemos una mezcla de políticos experimentados y otros improvisados. La mayoría dedicará menos tiempo a pensar seriamente en sus propuestas que a lograr la 'selfie' perfecta.
Estamos advertidos.




