El impresionante legado arquitectónico de la India (pensemos en los imponentes muros del Fuerte Rojo, el dorado Fuerte Sonar de Jaisalmer o las cúpulas de mármol del Taj Mahal) se enfrenta ahora a una doble amenaza sin precedentes. El clima cada vez más errático, impulsado por el cambio climático, junto con décadas de contaminación rampante del aire y el agua, están acelerando el deterioro de estructuras que han soportado siglos de guerras, terremotos y monzones. Los conservacionistas advierten que, salvo una intervención rápida y significativa, algunos daños a los monumentos de la India pronto podrían volverse irreparables.
El derrumbe del Fuerte Sónar
En agosto de 2024, una parte del Fuerte Sonar del siglo XII, también conocido como Fuerte Jaisalmer, en Rajasthan, se derrumbó luego de unas lluvias torrenciales diferentes a todo lo que se ve típicamente en el desierto de Thar. Un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y un fuerte viviente aún habitado por miles de personas, sus paredes de arenisca amarilla se habían ido debilitando gradualmente debido a años de negligencia y drenaje defectuoso. El colapso fue una dura lección: los fenómenos climáticos extremos se están volviendo comunes y los monumentos de la antigua India son especialmente susceptibles cuando falta un mantenimiento básico.
Fuerte Rojo de Delhi
En la capital, el deterioro es bastante evidente. Quienes visiten el Fuerte Rojo podrían encontrarse raspando el hollín negro de sus paredes de arenisca roja del siglo XVII, un oscuro recordatorio de los gases de escape de los vehículos, el polvo de la construcción y los contaminantes industriales que han plagado a Delhi. Los investigadores sugieren que estas capas ricas en carbono son más que simplemente antiestéticas; reaccionan con la humedad, creando ácidos que gradualmente corroen la piedra, amenazando uno de los símbolos más poderosos de la historia mogol y posterior a la independencia de la India.
El Taj Mahal y la tumba de Humayun
Durante años, el mármol blanco del Taj Mahal se ha vuelto amarillo y muestra signos de picaduras, atribuidas en gran medida al dióxido de azufre y los óxidos de nitrógeno de las refinerías cercanas y al intenso tráfico en Mathura y Agra. La lluvia ácida erosiona lentamente las intrincadas incrustaciones de pietrà dura y debilita la estructura misma del mármol.
A sólo unos cientos de kilómetros de distancia, en Delhi, la Tumba de Humayun –la inspiración del Taj en el siglo XVI, también un sitio de la UNESCO– enfrenta problemas muy similares. Tormentas abruptas e intensas están erosionando sus cúpulas y minaretes, mientras que los escurrimientos contaminados se filtran hacia los cimientos, comprometiendo el suelo debajo del mausoleo.
Problemas sistémicos
Sin duda, las autoridades han estado tomando medidas. Alrededor de varios de los monumentos de la India se han plantado miles de árboles nativos; estos actúan como filtros naturales contra la contaminación del aire. Los sistemas de drenaje están siendo rediseñados para manejar inundaciones repentinas y evitar el tipo de anegamiento que puede saturar los cimientos. En algunos lugares, la piedra se limpia y refuerza químicamente.
Sin embargo, los expertos y funcionarios del patrimonio generalmente coinciden en que se trata simplemente de soluciones parciales. Si bien plantar árboles y mejorar el drenaje son útiles, no son suficientes para reemplazar medidas más amplias, como estándares de emisiones más estrictos para vehículos e industrias, financiamiento nacional unificado dedicado a la conservación científica e incorporación de medidas de resiliencia climática en el desarrollo urbano alrededor de áreas históricas.
Una carrera contra el tiempo
India cuenta con 40 sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (más que cualquier país excepto Italia y China) junto con cientos de monumentos de excepcional importancia protegidos a nivel nacional. Preservarlos no se trata simplemente de nostalgia; representan una prueba viviente de logros artísticos, arquitectónicos y culturales que continúan dando forma a la identidad nacional y atraen a millones de turistas cada año.
A medida que las temperaturas globales siguen aumentando y los patrones de los monzones en el sur de Asia se vuelven aún más impredecibles, la oportunidad de actuar está disminuyendo. Un muro derrumbado en Jaisalmer o el oscurecimiento del Fuerte Rojo representan algo más que daños a la piedra; es la lenta erosión de nuestra memoria colectiva.
La protección de los tesoros arquitectónicos de la India requiere ahora un enfoque más integral que un simple trabajo de restauración ocasional. Proteger estos lugares exige determinación por parte de los líderes, inversiones significativas, la mejor investigación ecológica y, fundamentalmente, comprender que a la contaminación y el cambio climático no les importan las fronteras ni la historia. Estos tesoros deberían transmitirse a nuestros descendientes, no como restos que se desvanecen de un legado que no pudimos preservar. Si bien el tiempo apremia, todavía tenemos una oportunidad.




