Gerwyn Davies realiza presencia a través del diseño de vestuario
Gerwyn Davies trata el fotográfico El retrato como escenario de desaparición en su obra actual. Los ingenieros artistas con sede en Sydney se vistieron elaboradamente y brillaron bajo la iluminación del estudio, adquirieron proporciones escultóricas y se negaron a revelar un rostro. Lo que al principio parece hipervisibilidad, lentejuelas, vinilos y textiles de colores dulces, se convierte en una barricada visual. El cuerpo dentro del disfraz está presente, centrado y actuando. Davies redirige la dinámica de poder convencional del retrato, donde al espectador se le concede permiso para estudiar un sujeto, en lugar de otorgarle al sujeto, él mismo, control total sobre cómo puede o no ser visto.

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De los experimentos en casas compartidas a la práctica multidisciplinaria
El enfoque de la fotógrafa y vestuarista ha estado integrado en su práctica desde antes de la formación formal. Davies tomó por primera vez una cámara en una casa compartida, realizó sesiones de moda improvisadas los viernes por la noche con amigos, usó lámparas de noche como iluminación e intercambió roles entre modelo, director y fotógrafo. Las imágenes fueron 'Revista Vogue con presupuesto de película de terror B' recuerda, pero revelaron el potencial transformador de la fotografía, su capacidad de fabricar fantasía a partir del espacio doméstico ordinario. Esa alegría inicial y esa sensibilidad ready-made continúan anclando su trabajo hoy.

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El brillo del campo y el sujeto que desaparece
Gerwyn Davies a menudo confecciona disfraces a partir de materiales brillantes o resbaladizos que encuentra a través de una búsqueda instintiva en tiendas de telas, envolviendo y distorsionando la forma humana hasta convertirla en inclasificable. Trabajando a ciegas dentro de estas estructuras, entra en el encuadre mientras la cámara dispara tomas continuas, luego examina cientos para encontrar el único encuadre donde el personaje es coherente. Luego, la postproducción 'masajea y manicura' la imagen hasta convertirla en un espacio intencionalmente sintético, brillante, superficial e inverosímil. La profundidad retrocede, las superficies dominan y los espectadores son empujados de nuevo a la piel de la fotografía.
Camp es el motor de este lenguaje visual. Para Davies es una estrategia de exceso, incongruencia, humor y seducción. La obra deslumbra antes de desestabilizarse, atrayendo al espectador con el espectáculo antes de perturbarlo por la ausencia de rostro, acceso y resolución.

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