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Tu utopía —el cuento, no el libro al que presta su nombre— está narrado por una máquina que se desplaza por un planeta deshabitado mientras busca una fuente de energía para reabastecerse y un humano para servir; deliberada, explícitamente, se trata de una voz mecánica, estándar, que no ha sido programada para expresar sentimientos complejos. Y si algo sorprende de Tu utopía —el libro, no el cuento— es que esa es la voz de todos sus narradores.
No sólo la de ese cuento, la del ascensor ya integrada al “internet de las cosas” que narra la historia de una de las inquilinas del edificio en el que se encuentra en Un beso más, cariño. o la del árbol mutante que se enfrenta a los representantes de un grupo empresario en Semilla; los tres, personajes no humanos.
Ya se trata de actores en horas bajas o empleadas de bajo rango en institutos cuyo funcionamiento es opaco (Centro de Investigación de la Inmortalidad ), de ancianas que se encuentran entre las víctimas de un atentado y cantantes transgénero que sobreviven a él ( conocerla ) o astronautas que intentan escapar de una epidemia de canibalismo que se ha desatado en la Tierra (El final del viaje ), esposos que se saben engañados por sus esposas pero desconocen que el engaño tiene proporciones cósmicas ( Un matrimonio muy ordinario ) o detectives que rebuscan en la memoria de los criminales en coma un recuerdo que ayude a sustentar la acusación contra ellos ( María, gracias plena. ): todos los personajes de Tu utopía hablan igual, todos sus narradores se expresan “en primera persona” y todos habitan un mundo raro, pero no necesariamente singular.
⁄ La surcoreana extrae el fondo de las historias de los Bradbury, Lem o Matheson, pero también cierta cursilería
Bora Chung, que arrasó hace dos años con los cuentos del fantástico y lo extraño de Conejo maldito parece conformarse ahora con lo simplemente enrarecido, que pone al servicio de mundos narrativos que alguna vez fueron los de Ray Bradbury, Stanisław Lem y Richard Matheson, entre otros: de ellos no sólo extrae el fondo de sus historias —en las que las personas son inmortales o ya han desaparecido, las máquinas pueden “sentir” y tomar decisiones por sí mismas y los extraterrestres están “entre nosotros”—, sino también cierta cursilería que conecta con los peores momentos de esos autores, que también los tuvieron.
Frases como “los humanos creyeron que podrían construir un paraíso en este planeta inhóspito” y “pero las semillas siempre sobrevivirán” —o la tirada en la que se nos informa, de uno de los personajes, que “no era la adrenalina del dinero o del crimen lo que buscaba. Lo que quería era retroceder en el tiempo para encontrarse con su hermano (…), verlo vivo, hablar con él, abrazarlo una vez más”— expresan el deseo de que esta sea literatura popular. (O el hecho de que su autora estaba demasiado ocupada con su activismo político para escribir, como se explica en su nota final.)
Pero que algo sea popular no significa que sea cursi, ni que ofrezca a sus lectores y lectores —sistemáticamente— el refugio del lugar común, y parece difícil que estas voces maquinales inspiren una respuesta que no sea también mecánica, excepto en su fandom.
Chung (Seúl, 1976) sigue siendo excepcional cuando narra la vida cotidiana en Corea del Sur, y los mejores cuentos de este libro ( Centro de Investigación de la Inmortalidad y Un matrimonio muy ordinario ) son aquellos en los que la autora explota las posibilidades del terror y el malestar que pueden suscitar una celebración institucional o la vida cotidiana de un matrimonio corriente en una sociedad tan rígida como la coreana.
Pero incluso estos dos relatos muestran un desdén por el lenguaje que los debilita. De algún modo, es como si todos los de Tu utopía pidieron a gritos una adaptación cinematográfica, como si fueran lanzamientos muy elaborados de series y películas que quizás ya estén en camino. /
Bora Chung Tu utopía Tradicional. Cammy Cho y Yoonhee Kim Desintegración alfa 224 páginas 19,90 euros




