“Maté a unas cien personas cuando era joven, antes incluso de que conociera a nadie (…), mate a gente por nada, solo porque alguien me miraba mal”. Confesiones como esta de Richard Kuklinski a un psiquiatra ante las cámaras fascinaron a Ernesto Mallo (La Plata, 1948) hasta tal punto que ha novelado su vida en kuklinski (Siruela).
También le cautivó que de todos esos asesinatos, ejecutados durante casi 40 años (entre 1948 y 1986) sin que la policía lograra descubrirle, no obtenía placer alguno. Por supuesto, tampoco tenía remordimientos. ¿Qué le provocaba una subida de adrenalina? “El sexo, es lo único –respondía el asesino al psiquiatra–, no siento nada golpeando, lastimando o disparándole a alguien… No significa nada para mí”.
“La novela trata de la ausencia de amor en la infancia; cuando falta, ese hueco en el alma se llena con odio”
“Yo no mataba para robar, robaba para matar”, resumen mejor el protagonista en kuklinski la novela. El texto es un intento de Mallo de entender su mente criminal y de hacer ver al lector cómo las miserables condiciones sociales y familiares de este asesino de Nueva Jersey forjaron su personalidad. Su narcisismo. Su vanidad. La que el escritor argentino no tiene reparos en comparar con la primera línea política: “Kuklinski es un narcisista maligno, la misma 'enfermedad' que tienen Trump y Milei, que también se vanaglorian de sus hazañas por crueles que sean”.
Pero ¿cómo se puede definir a Kuklinski? ¿Es un asesino en serie, un asesino a sueldo, un asesino a secas? “Una mezcla de todo eso”, responde Mallo. Porque mataba a destajo, ya fuera por hacerlo sin descanso como por una cantidad determinada para la mafia. Para el autor argentino, era alguien que al no tener empatía por nada “era muy corto de sentimientos”. “Sus pensamientos y sus razonamientos no estaban contaminados con nada emotivo”, aclara.
Lo que vendría a ser un desalmado, vaya. Pero de una inteligencia extraordinaria que complementaba con una envergadura y una fuerza física descomunales. Solo se libraron de sufrirla sus hijos. Por ternura. También la esquivó su padre, alcohólico, sin que ni él mismo sepa bien por qué. Le odiaba, porque le maltrató de todas las formas posibles. Y porque mató al hermano mayor de Richard. Ante sus ojos. “De lo único que se arrepiente Kuklinski es de no haber matado a su padre”, apunta el escritor.

El asesino Richard Kuklinski.
Una infancia así no dio escapadas a Richard Kuklinski. No tuvo ninguna opción para elegir su personalidad. “Él cree que eligió ser como fue –seguro Mallo–, pero esto les pasa a los psicópatas, que no ven que están guiados por pulsiones que están fuera de su control”. “Incluso cuando presencia la muerte de su hermano mayor, lo que observa es la eficacia de la muerte”, añade el autor.
En todo caso, el gran tema de la novela es la ausencia de amor, porque “cuando hay ausencia de amor en la infancia, ese hueco que queda en su conducta, en su alma, se llena con odio; ahí está la clave de este Kuklinski”.
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La novela se estructura principalmente en dos partes, según el punto de vista y según la narrativa. “Yo sentí que la primera parte tenía que estar en primera persona, que Kuklinski, ya en la cárcel, rememora y filosofa sobre su vida y sobre lo que ha acontecido”, explica el autor. “Pero después, cuando salimos de ahí y vamos a la investigación, a la actuación de Pat Kane, que es quien finalmente lo detiene, paso a la tercera, porque necesitaba un panorama más amplio para ir contando cómo se iban desarrollando las pesquisas y esos caminos paralelos hasta que se encuentran”.
Mallo lleva más de diez años establecido en Barcelona. Por el momento no tiene intención de volver a Argentina. “No tengo ganas de vivir en ese país, viendo el Gobierno de Milei, no me encontrarán por ahí”. Para el escritor, forma parte de “esa basura de la ultraderecha que se está apropiando de todo”. Y ve que en España puede suceder algo parecido: “Está dando vueltas por ahí el Milei español, se llama Abascal”.




