Es la gran asignatura pendiente en la derecha para el nuevo ciclo electoral. Decidir la relación que el PP tendrá con Vox a partir de ahora, en Extremadura y en las elecciones que se sucederán en el primer semestre de 2026, si se confirma – … como todo apunta- que el partido de Santiago Abascal sigue en auge y sin techo aparente. En Génova han asumido el cambio sociológico, como se vio en la comunidad extremeña y que se puede repetir en Aragón, Castilla y León y Andalucía. Un proceso de derechización -el 21 de diciembre la suma de PP y Vox alcanzó el 60% de los votos- que, sin embargo, no ha cristalizado en la certeza de que habrá entendimientos claros.
De hecho, Alberto Núñez Feijóo evitó despejar ese balón en su balance del año político este lunes en la sede de la calle Génova. La sensación es que el PP está esperando a que Vox digiera los resultados. Temen que las prisas aceleran acontecimientos y, por eso, hay una especie de pausa en las conversaciones extremeñas. Muchos dirigentes populares apuntan a que el partido de Abascal se mueve por las emociones y no tanto por la razón. Y de ahí que el propio Feijóo repitiera algunas ideas como que los resultados en Extremadura fueron «muy concluyentes», que el PP es el partido que tiene «el mandato de las urnas» y que a partir de ahora deberá actuar con «responsabilidad y proporcionalidad». La última palabra es la clave: cada uno en función de los resultados que obtuvo. Ni más, ni menos.
Hubo una frase del líder popular que resumió la situación cuando le lanzaron la pregunta de si había hablado ya con Abascal directamente: «Todavía no hemos hablado. Creo que es el momento de aposentar, que cristalicen los resultados, que sedimenten los votos y que cada uno sepa cuál es su situación. Uno ha quedado primero y otro tercero», zanjó.
A pesar de que evitó en todo momento establecer la ruta de estos futuros pactos -y, sobre todo, despejar la gran duda de si Vox tiene o no que entrar en los gobiernos autonómicos- el líder del PP repitió la palabra de la proporcionalidad en cada ocasión que tuvo, para poner en valor la fuerza predominante de su partido, que tiene más votos y escaños que toda la junta de izquierda, y que, como recordó, también suma más apoyos que los que tienen PSOE y Vox simultáneamente.
En el PP creen que Feijóo evita ser más explícito para respetar la autonomía de sus barones. Pero no pasó desapercibida la afirmación que hizo sobre su caso, el de la política nacional, cuando se celebren unas generales. Recordó el mandato del congreso nacional del partido el pasado verano, en el que él mismo se comprometió a intentar un gobierno en solitario. Reiteró que el único cordón sanitario del PP es con Bildu y que sí buscaría al partido de Abascal para «acuerdos puntuales»de leyes, reformas legales y Presupuestos si los ciudadanos no le dan «la mayoría que anhela». Pero rechazó la coalición de gobierno.
En las autonomías el debate sigue, por contra, muy vivo. María Guardiola desea un gobierno en solitario, pero también hay voces, como publicó este periódico, dentro del partido que piensan que es momento de que Vox asuma responsabilidades y se arriesgue al desgaste que siempre implica gobernar. En el PP dan por hecho que Abascal no quiere formar parte de los ejecutivos regionales. Ya decidió salirse cuando llevaban menos de un año. Y a partir de ahí, no han dejado de crecer en las encuestas.
Feijóo se limitó a decir que en Extremadura el PP debe «construir una estabilidad de Gobierno» y «hacer una investidura» de acuerdo a la realidad que arrojaron las urnas: es decir, con Guardiola de presidenta. Dio por hecho que la única vía, eso sí, es la de Vox, abandonando la petición de abstención a la izquierda que en otros momentos ha proclamado. Los tiempos políticos han cambiado mucho. No solo por la imposibilidad de llegar a cualquier acuerdo con el PSOE, sino que en Génova entienden que una petición así a los socialistas en este momento también sería letal para las elecciones que están por venir, empezando por la primera, Aragón, donde Jorge Azcón aspira a una gran mayoría ya derribar por completo a Pilar Alegría, exportavoz de Sánchez en Moncloa.
Feijóo quiso manifestar en todo momento los resultados «excepcionales» de su partido, por ahora en Extremadura, con una victoria que superó el 43% del voto. A una distancia de 18 puntos con el PSOE y de casi 26 con Vox. Los populares tienen la sensación de que «nada es suficiente» y se lamentan del análisis que dejan estas elecciones, como por ejemplo que se asuma que el PP depende ahora más de Vox que antes. Para Feijóo se trata de una lectura errónea porque en este momento su partido ya no necesita el sí, el voto afirmativo, de los diputados de Abascal, sino que basta con la abstención.
Y a eso se agarrará también el PP para intentar que Vox no presione demasiadoconscientes de que el partido a su derecha está dispuesto a todo con tal de poner contra las cuerdas a Guardiola. En este punto se entiende la anticipación de Feijóo incluso al escenario de la repetición electoral: «Solo hablar de ello me parece una falta de respeto».




