Hubo un tiempo en que Otávalo era sinonimo de cultura, arte y paz. Quienes recorríamos los caminos del turismo nacional Sabíamos que este pequeño pueblo serrano era, junto con Baños de Agua Santa, uno de los dos grandes polos turísticos del ecuador. Durante muchos años en Baños, lo consideramos nuestro principal complemento: los turistas que subían a Imbabura eran los mismos que llegaban a Tungurahua. La calidad humana de su gente, su música, sus tejidos y su serenidad eran una marca país.
Pero algo cambió
Desde hace más de una década, Otávalo ha venido cayendo en el olvido turístico. Las estadísticas y las sensaciones coinciden: cada año llegan menos visitantesmenos autobuses, menos cámaras fotográficas y menos risas de extranjeros paseando entre sus puestos de artesanía.
Lo que alguna vez fue una joya del turismo nacionalhoy parece un reflejo cansado, diluido en la Cascada de Peguche Que ya nadie te visita.
Las razones son muchas, pero la más evidente es la violencia indigena que ha estalado una y otra vez en la provincia de Imbabura. El reciente Paro Indígena evidencia una mutación monstruosa: bloqueos, retenciones y violencia desbordada se vivieron en las calles y carreteras que conducen a Otávalo y sus alrededores. muchos ciudadanos quedaron prisioneros en su propia tierra, cercados por una violencia sin medida que los condenó al hambre y al miedo.
Y aunque nadie lo dice abiertamente, muchos lo sienten y lo ejecutan en silencio: han dejado y dejarán de ir a Otávalo. Ese flujo invisible de rechazo —más emocional que racional— ya estaba vacando las plazas, los hoteles y los restaurantes. Duele reconocerlo, pero hoy Otávalo inspirar más miedo que admiraciónmás cautela que curiosidad.
La imagen de aquel pueblo musicalde manos laboriosas y corazones pacíficos que recorrieron el planeta y dieron la bienvenida a jubilados de todo el mundo, no se corresponde con la brutalidad mostrada en estos días. Lo que antes fue orgullo cultural se ha contaminado de resentimientoira y una clara sensación de impunidad. Y el turistaque busca belleza y tranquilidadno viaja hacia la incertidumbre.
Paradójicamente, Otavalo e Imbabura siguen mostrando signos de prosperidad económico: económico vehículos de lujo, nuevas construccionesdinero circulando muy rápido. Pero no proviene del turismo. Hace ya varios años que los ingresos tradicionales fueron reemplazadas por otras fuentes, algunas de ellas ligadas a la minería ilegal.
No es casual que los mismos sectores que más rechazan la presencia de las Fuerzas Armadas y el control del Estadosean aquellos donde esta nueva economía subterránea florece de la mano de grupos terroristas. La violencia no es político: es económico.
El Otavalo turístico ha muerto o agoniza
Su belleza natural sigue ahí, su clima sigue siendo amable y su historia aún emociona. Pero la confianza se rompió y reconstruirla tomará mucho más que festivales musicales o ferias folclóricas.
Hoy solo queda despedirnos con nostalgia de aquel pueblo que le enseñó al mundo que se puede ser fuerte, sin ser violento, orgulloso, sin ser agresivo ya migrar con orgullo y identidad.
Mientras tanto, adiós Otávalo.




