El miércoles la Canciller del Reino Unido, Rachel Reeves, comenzó con un estímulo muy necesario, en forma de datos que sugerían que la inflación alcanzó su punto máximo por debajo del 4 por ciento en septiembre.
El Oficina de Estadísticas Nacionales dijo que los precios al consumidor se mantuvieron sin cambios en el mes, mientras que la tasa general se mantuvo en el 3,8 por ciento en el año, por debajo del pronóstico de la ciudad del 4 por ciento.
Es importante destacar que la desaceleración fue el resultado de los menores precios de los alimentos, que tienen un impacto enorme en las familias de bajos ingresos y en las percepciones más amplias de la inflación. La inflación de los alimentos se desaceleró al 4,5 por ciento desde el 5,1 por ciento en el año hasta agosto.
Las cifras supondrán un alivio para Reeves por varias razones: en primer lugar, reducirán el coste del servicio de la deuda británica, una cuarta parte de la cual está directamente ligada a la tasa de inflación; En segundo lugar, podrían aliviar parte de la presión sobre la próxima ronda salarial del sector público. Esos dos factores han amenazado con arruinar la aritmética de la Canciller mientras prepara su presupuesto a finales del próximo mes.
Las cifras también pueden revivir algunas expectativas de un recorte de las tasas de interés por parte del Banco de Inglaterra para fin de año. Una serie de informes de inflación decepcionantemente fuertes durante la primavera y el verano convencieron a la mayoría de los mercados de que el Banco de Inglaterra no podría volver a recortar hasta el próximo año. Con un 3,8 por ciento en septiembre, la inflación sigue siendo casi el doble del objetivo del 2 por ciento del banco. Sin embargo, como la caída de los precios regulados de la energía del año pasado ya no se incluye en los cálculos, el Banco de Inglaterra espera que la tasa general disminuya lentamente a partir de ahora.




