Genbeta se lanzó al mundo en el año 2005, hace ya dos décadas (y algunos meses). Si ya eras usuario de Internet por aquellos tiempos, estarás de acuerdo con que éste ha cambiado mucho en estos últimos 20 añosy no siempre para mejor. Hagamos un breve recorrido por el carril de la nostalgia en la 'autopista de la información'.
De la web de enlaces a la web de feeds
A principios de los 2000, Internet se organizaba alrededor de enlaces. Uno llegó a una página web, encontró hipervínculos y decidió a dónde ir después. El control de la navegación estaba en el usuario. Los blogs se enlazaban a otros blogs, y los buscadores indexaban páginas relativamente estáticas.
Hoy, gran parte del tráfico pasa por feeds basados en algoritmos. En lugar de decidir qué leer, el usuario desplaza el dedo mientras un sistema decide por él. Esto no ocurre solo en redes sociales como Facebook, Instagram o TikTok (que es donde la mayoría de los usuarios comparten sus contenidosrelegados ya los foros y los blogs a un lugar secundario), sino también en YouTube, Spotify, Netflix, Amazon o LinkedIn.
El feed no es neutral: está optimizado para maximizar el tiempo de permanencia, interacción y retorno publicitario. Eso significa priorizar contenido emocional, repetitivo, polarizante o diseñado para enganchar rápido, sumergiéndonos en una secuencia infinita que nos invita a no salir de ella.
Donde el enlace distribuía la atención, el feed la centraliza. Y el usuario ahora consume contenidos preestablecidos por otros, en lugar de explorar
Cuando las plataformas empeoran a propósito
En los últimos años, se ha popularizado un término no del todo elegante, pero sí bastante preciso: enshitificación (literalmente, enmierdización). El concepto fue popularizado por Cory Doctorow para describir el ciclo de degradación típico de las plataformas digitales. El proceso suele seguir cuatro fases reconocibles:
- La plataforma es buena para los usuarios.: Piensa en el Facebook de los años 2007–2012, en el buscador de Google de la primera década de este siglo, o en los comienzos de Amazon. Pocos anuncios, resultados útiles, alcance orgánico alto.
- La plataforma empieza a favorecer a los clientes de pago.: Facebook reduce el alcance de páginas; Google prioriza resultados patrocinados; Amazon favorece marcas propias.
- La plataforma exprime tanto a usuarios como a clientes para maximizar beneficios: Más anuncios, más suscripciones, más obstáculos a los usos tradicionales de cada plataforma… peor servicio, en definitiva.
- El producto se degrada, pero los usuarios no se van por dependencia. Porque ahí están los contactos, el catálogo, el historial, el trabajo o la audiencia.
Y así, tenemos a un Instagram que prioriza reels irrelevantes frente a cuentas seguidas, oa un Twitter (ahora X) que rompe funcionalidades básicas buscando empujar al usuario a que se suscriba.


La muerte de la búsqueda «útil»
Uno de los cambios más tangibles para el usuario medio es el deterioro de los buscadores. Durante años, 'googlear' ha sido casi un sinónimo de «encontrar respuestas». Luego empezaron a aparecer los textos genéricos e inflados, posicionados gracias al abuso de las técnicas SEO (de posicionamiento en buscadores).
Esto no ocurrió porque Google «se volviera tonto», sino porque el SEO se industrializó. Empresas enteras empezaron a generar contenido no destinado a los humanos, sino a los algoritmos. ¿El resultado? Una WWW llena de páginas diseñadas para captar tráfico, no para informar o entretener.
Paradójicamente, cuanto más contenido hay, más difícil resulta encontrar algo bueno. La abundancia sin filtros humanos ha degradado la experiencia de navegación. Por supuesto, este fenómeno se ha intensificado por el desembarco de la IA generativa.
Cuando la web se llena de basura sintética
El termino pendiente de la IA (traducible como 'bodrios de IA') se usa para describir contenido generado automáticamente —texto, imágenes, vídeos— cuyo único objetivo es rellenar internetcaptar clics o posicionar en buscadores. El resultado de esto es que una búsqueda como «el mejor VPN 2025» devuelve decenas de artículos casi idénticos, que Pinterest y Facebook se llenan de imágenes generadas por IA sin contexto ni autoría, etc.
Es posible que, en los últimos años, hayas oído hablar de la «teoría del internet muerto«. En su versión literal, suena una conspiración absurda: la idea de que casi toda la actividad online está controlada por bots y que gran parte de los usuarios humanos con los que interactuamos no existen.
Pero si lo aceptamos como metáfora, el término señala algo bastante real: que gran parte de Internet visible, monetizado y algorítmico Está cada vez más automatizado, repetitivo y desconectado de interacción humana genuina. Y que todas esas tendencias no dejan de acelerarse.
Cuando las plataformas pisaron al usuario


La plataformaformización Suele describirse como el proceso por el cual las plataformas digitales pasan a intermediario actividades que antes se realizaban de forma directa: comprar, vender, trabajar, informarse, entretenerse. Pero esta definición se queda corta, porque la plataforma no solo reorganiza los mercados: reorganizar la noción misma de propiedad, acceso y control.
En el Internet de los años 90 y primeros 2000, la lógica dominante era la de la posesión funcional. Comprar un objeto cultural —un libro, un disco, un videojuego— implicaba adquirir algo que podía usarse sin permiso continuo de terceros. Hoy, en gran parte del ecosistema digital, esa lógica ha sido sustituida por otra: el acceso condicionado por plataforma.
Del objeto al permiso
Un ejemplo cotidiano: comprar un videojuego en Vapor no equivale a poseerlo en el sentido tradicional. El usuario adquiere una licencia revocable, ligada a una cuenta, sujeta a términos de servicio que pueden cambiar unilateralmente. El juego puede dejar de estar disponible, requerir autenticación permanente o desaparecer si la cuenta está suspendida.
Lo mismo ocurre con los ebooks adquiridos a través de Kindle de Amazon. Aunque el lenguaje comercial habla de «comprar», el usuario no es dueño del libro como objeto: no puede prestarlo libremente, revenderlo ni garantizar su conservación a largo plazo. Amazon ha demostrado que incluso puede borrar libros remotamente de los dispositivos de los usuarios.
Este patrón se repite en el streaming, el software «como servicio», las suscripciones digitales y buena parte del entretenimiento contemporáneo. El usuario accede, pero sin control.
Es la infraestructura, idi*ta
Lo que ha cambiado es que la plataforma controla la infraestructura técnica que hace posible el uso del bien. Esto significa que
- En este contexto, la plataforma deja de ser un simple intermediario y pasa a funcionar como una autoridad privada que define qué significa 'comprar' y qué significa 'usar'.
- El usuario depende no sólo de la buena fe contractual, sino de la continuidad técnica y comercial de la plataforma.
- Que cuando tus contenidos (juegos, libros, contactos…) están ligados a una cuenta salir de una plataforma implica perder una parte significativa de la vida digital acumulada.
El usuario como fuente de datos
Otro cambio fundamental es que el usuario ya no es solo consumidor, sino materia prima (¿te aquello suena de «si no pagas, es que tú eres el producto»? En realidad puedes ser el producto aun pagando). Cada interacción alimenta sistemas de recomendación, modelos predictivos y ahora también modelos de inteligencia artificial.
Cuando escribes un comentario, ves un vídeo hasta el final o abandonas una página, tus acciones se registran. No solo para mostrarte anuncios, sino para ajustar el comportamiento de millones de personas en conjunto.
Con la IA generativa, este ciclo se intensifica: Internet se llena de contenido producido por máquinas entrenadas con contenido humano previo, que a su vez será reutilizado para entrenar nuevos modelos. El riesgo es una retroalimentación de mediocridad: una web cada vez más grande, pero cada vez menos informativa.
Gracias por habernos leído.
Imágenes | Marcos Merino mediante IA





