Tengo tu número: Badenoch, como no le sorprenderá leer, estaba insatisfecho y argumentó que Starmer «no quiere responder una pregunta sobre asumir responsabilidades, porque le gusta culpar a todos los demás excepto a él mismo». Acusó al canciller de “distorsionar los hechos” y preguntó si Reeves cumpliría con cualquier investigación de la Autoridad de Conducta Financiera sobre la mayor disputa posterior al presupuesto…
Si las previsiones económicas te hacen dormir: Los partidos de la oposición afirman que el canciller habló a los cerdos sobre la situación fiscal para justificar un aumento planificado del impuesto sobre la renta que violaba el manifiesto, y que luego fue abandonado. Reeves, naturalmente, niega tal acusación. ¿Aún con nosotros?
Esta bendita trama: El primer ministro dio todo lo que pudo, acusando al líder conservador de “perder completamente el rumbo” y dijo que el gobierno estaba “pasando página” en el historial financiero de los conservadores. Sin embargo, las guerras informativas pueden significar que los miembros del público luchan por detectar la diferencia entre los partidos rojo y azul.
Caso en punto: El líder conservador se divirtió mucho leyendo informes anónimos de ministros del gabinete furiosos. «La gestión de este presupuesto ha sido un desastre de principio a fin», citó Badenoch, mirando por encima de la caja de despacho para especular quién era el culpable. «¿Fue él? ¿Fue ella?» Bromeó, señalando a diferentes ministros.
La palabra más difícil: La sesión puede llamarse Preguntas del Primer Ministro, pero Starmer dijo repetidamente que Badenoch debería “levantarse ahora y disculparse” por afirmar que Reeves había engañado al público. La líder conservadora, que lo habría pensado, no cedió y continuó con sus ataques directos: «Ella no pertenece al Tesoro, pertenece a la la land». Escenas brutales.
Mano de látigo: Badenoch tuvo un último intento de asestar un golpe al resaltar el límite de prestaciones de dos hijos eliminado, a pesar de haber quitado previamente el látigo a siete parlamentarios laboristas que apoyaron esa medida justo después de las elecciones. “¿Cómo es que de repente se volvió asequible en el mismo momento en que necesitaba salvar su propio pellejo?” -gritó Badenoch-.




