Tránsito Amaguaña: la voz que despertó a un pueblo”
Hace más de un siglo, en las montañas andinas del Ecuador, nació una mujer destinada a cambiar la historia. Su nombre: Tránsito Amaguaña, símbolo eterno de resistencia, dignidad y libertad. En una época en que la injusticia era ley y la voz de los pueblos indígenas era condenada al silencio, ella se levantó con el coraje de los volcanes. Desde muy joven comprendió que la pobreza y la exclusión no eran destino, sino consecuencia de un sistema que negaba derechos a quienes labraban la tierra. Sin miedo, marchó kilómetros enteros llevando un mensaje de esperanza, pidiendo escuelas para los niños, tierra para los campesinos y justicia para los suyos. Tránsito Amaguaña, no fue solo una líder indígena, sino una maestra de rebeldía pacífica. Su vida estuvo marcada por la persecución, la cárcel y la humillación, pero jamás bajó la cabeza. Supo convertir el dolor en coraje, y su palabra en arma de transformación. En cada marcha y en cada discurso, su voz resonaba como un eco de los Andes, reclamando igualdad y respeto. Gracias a su incansable lucha, Ecuador dio los primeros pasos hacia el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios, la educación bilingüe y la equidad social. Su nombre quedó grabado en la memoria colectiva como el de una mujer que no esperaba que otros hablaran por ella. Hoy, su legado ilumina el camino de todas las mujeres que siguen enfrentando la injusticia y el olvido. Mama Tránsito Amaguaña, representa la fuerza indomable de la mujer indígena, el poder de la palabra y la dignidad de quien defiende la verdad, aunque el mundo se le oponga.
Desde esta tribuna del pensamiento y la justicia, rindo homenaje a la mujer honesta, a la mujer valiente, a la mujer que no declina en la defensa de sus derechos ni en los de sus congéneres. Su voz sigue viva, recordándonos que el verdadero poder no se impone… se conquista con dignidad.
Elio Roberto Ortega Icaza
Tus derechos terminan donde empiezan los míos
Esto es lo que establece la norma más elemental de convivencia en sociedad, y, rige para cualquier conglomerado social.
Este principio es universal y debe ser aplicado y respetado por cualquier ser humano. Es lo que garantiza que una sociedad sobreviva con todos sus componentes.
No es posible que un grupo social se sienta con derecho a atropellar los derechos de los demás, bajo ningún pretexto. No es aceptable que, con el pretexto de sentirse oprimidos por más de quinientos años, utilicen esto como argumento para avasallar los derechos de los demás.
Que tienen derecho a ser reivindicados, sin duda, pero dentro de las normas sociales vigentes, en ningún país hay ciudadanos de primera o de segunda. Como el que más me siento solidario con quienes sufren injusticia, pero eso merece un reclamo directo a sus dirigentes que no han sabido conseguir esas reclamaciones. No es correcto que sean esos mismos dirigentes que, con la finalidad de mantener latente el sentimiento de injusticia, a propósito, los tengan en esa situación, para poder explotar esa ira contenida.
Existe más culpa en quienes liderando a las diferentes comunidades no hayan trabajado en erradicar la desnutrición crónica infantil, que en mi concepto no lo hacen para que tengan, en general, poco o ningún razonamiento y sean presa fácil de arenas irracionales. No se puede decir que sean todos los que no razonan, los hay que sí, y muy bien, existen ejemplos como Nina Pacari, Lourdes Tibán, Luis Macas, por nombrar unos pocos. Pero también hay otros que destilan odio, y, son esos precisamente, los que incitan al vandalismo, azuzados por dirigentes interesados, exclusivamente, en su promoción personal.
La educación del sector indígena no debe ser confiada a dirigentes politizados, debe ser parte de la educación de todos los ecuatorianos, y, que internamente, en comunidades o familias, se cultivan valores que se consideran adecuados. Eso ocurre en todos los niveles sociales de Ecuador.
Es necesario que se enfatice, en todo el sistema educativo, el principio que se manifiesta en el título de esta carta: tus derechos terminan donde empiezan los míos. Si todos respetamos esto, entonces se puede ejercer el derecho a la resistencia, el derecho a la protesta, pero estos derechos no pueden ser ejercidos en detrimento ni menoscabo de derechos ajenos.
Si se sigue permitiendo que las protestas del sector indígena del Ecuador se las haga de manera agresiva contra los demás, con vandalismo, con extorsión, eso va a ser aprovechado por la delincuencia, en muchos casos conchabados con algunos dirigentes del sector indígena, movidos con fines políticos y no reivindicativas, o con fines ajenas, incentivadas económicamente a unos pocos, en detrimento de las mayorías.
No a la protesta vandálica, no a la protesta abusiva, no a la protesta ilegítima, sí a las verdaderamente reivindicatorias, sí a la protesta altiva y con altura, sí a la protesta que respeta el derecho de los demás.
José M. Jalil Haas




