Peor aún, volverse hacia adentro con políticas proteccionistas sólo debilitaría los cimientos que ahora buscamos fortalecer. Los “vinos viejos en botellas nuevas” (sustitución de importaciones, aislacionismo, elección de ganadores) no generarán competitividad ni seguridad.
Compárese esto con la muy debatida Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos. Sus incentivos y subsidios estaban abiertos a las empresas de la UE, siempre que invirtieran localmente, desarrollaran talento local y construyeran dentro del mercado estadounidense.
No se trata de banderas, se trata de pragmatismo: atraer inversiones globales, crear empleos e impulsar un crecimiento impulsado por la innovación.
Entonces, ¿cuál es el camino práctico? Europa debe adoptar una «soberanía bien hecha», entrelazando la diversidad, la resiliencia y la autonomía en el tejido de sus políticas. Eso significa salvaguardias basadas en el riesgo, asociaciones estratégicas e inversión en capacidades europeas mientras se permanece abierto a la innovación global.
Los operadores europeos de confianza pueden desempeñar un papel clave: gestionar el cifrado, el control de acceso y las operaciones críticas dentro de la jurisdicción de la UE, al tiempo que permiten el acceso gestionado a las tecnologías globales. Para evitar el «lavado de soberanía», la elegibilidad debe basarse en evaluaciones rigurosas y transparentes, no en prohibiciones generales.
El nuevo grupo de trabajo de la cumbre de Berlín debería comenzar con un marco común para toda la UE que defina los niveles de soberanía operativa y tecnológica de los datos. Los proveedores que reivindican servicios soberanos pueden utilizar este marco para demostrar de forma transparente qué niveles cumplen.
La soberanía de Europa no vendrá de cerrar puertas. La soberanía bien hecha vendrá de la apertura de las políticas correctas, en los términos de Europa. La independencia debe ser dinámica, no defensiva: potenciar la innovación, asegurar la prosperidad y proteger las libertades.
La soberanía de Europa no vendrá de cerrar puertas. La soberanía bien hecha vendrá de la apertura de las políticas correctas, en los términos de Europa.
Así es como Europa puede generar resiliencia, competitividad y una verdadera autonomía estratégica en un ecosistema digital global vibrante.




