
Sin duda, es difícil imaginar que esto no termine en una masacre en el mercado. La mentalidad actual de “el ganador se lleva la mayor parte” en el espacio significa que las apuestas son grandes y audaces, pero el mercado no puede soportar docenas de importantes laboratorios independientes de IA o cientos de nuevas empresas de capa de aplicaciones. Ésa es la definición de un entorno de burbuja, y cuando estalla, la única pregunta es qué tan grave será: una corrección severa o un colapso.
Mirando hacia adelante
Este fue solo un breve repaso de algunos temas importantes en 2025, pero sucedió mucho más. Ni siquiera mencionamos anteriormente cuán capaces se han vuelto los modelos de síntesis de video de IA este año, con Google veo 3 agregando generación de sonido y Wan 2.2 a 2.5, proporcionando modelos de video AI de peso abierto que podrían confundirse fácilmente con productos reales de una cámara.
Si 2023 y 2024 fueron definidos por la profecía de la IA, es decir, por afirmaciones generalizadas sobre una superinteligencia inminente y una ruptura civilizatoria, entonces 2025 fue el año en que esas afirmaciones se enfrentaron a las realidades obstinadas de la ingeniería, la economía y el comportamiento humano. Se demostró que los sistemas de inteligencia artificial que dominaron los titulares este año eran meras herramientas. A veces poderosas, a veces frágiles, estas herramientas a menudo fueron mal interpretadas por las personas que las utilizaron, en parte debido a la profecía que las rodeaba.
El colapso de la mística del “razonamiento”, el ajuste de cuentas legal sobre los datos de entrenamiento, los costos psicológicos de los chatbots antropomorfizados y las crecientes demandas de infraestructura apuntan a la misma conclusión: la era de las instituciones que presentan la IA como un oráculo está llegando a su fin. Lo que lo está reemplazando es más complicado y menos romántico, pero mucho más trascendental: una fase en la que estos sistemas se juzgan por lo que realmente hacen, a quién perjudican, a quién benefician y cuánto cuesta mantener.
Nada de esto significa que el progreso se haya detenido. La investigación en IA continuará y los modelos futuros mejorarán de manera real y significativa. Pero mejorar ya no es sinónimo de trascendencia. Cada vez más, el éxito parece más confiabilidad que espectáculo, integración más que disrupción, y responsabilidad más que asombro. En ese sentido, 2025 puede ser recordado no como el año en que la IA lo cambió todo, sino como el año en que dejó de fingir que ya lo había hecho. El profeta ha sido degradado. El producto permanece. Lo que viene a continuación dependerá menos de los milagros y más de las personas que eligen cómo, dónde y si se utilizan estas herramientas.




