Diciembre debería ser un mes de encuentro. Fiestas de Quito, Navidad y Fin de Año llenan de vida. Sin embargo, este 2025, algo más acecha en la sombra: el avance silencioso del licor adulterado. Un riesgo que se cree bajo control suele estallar justo en el momento en que más se socializa y se consume alcohol.
La Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa) ha encendido la alarma tras decomisos de bebidas contaminadas con metanolun compuesto industrial capaz de provocar dolor de cabeza, visión borrosa, ceguera e incluso la muerte. La diferencia entre el alcohol etílico -el que se consume- y el metílico es claro: uno lo metaboliza el cuerpo, el otro lo envenena.
Pero en un país donde el consumo social está tan normalizado, esa diferencia se vuelve irrelevante cuando las botellas circulan sin control.
Este problema no nació ayer. es 2008una ley que eximió de IVA al metanol abarató su uso y abrió el camino al mercado negro. Esto permitió que aparecieran laboratorios clandestinos y “empresas” dedicadas a fabricar licores falsos.
Hoy este tipo de grupos activos siguen. La Fiscalía (Fedoti 5) lo demostramos el pasado 2 de diciembre de 2025. Tras una serie de allanamientos en Quito se encontraron: botellas recicladas listas para revenderse como nuevas, etiquetas falsas recién empresadas, distintivos adulterados del SRI y Aduanas. Toda una estructura de distribución que infiltraba el producto en tiendas que ni siquiera sabían lo que vendían.
unas multas de agosto de este 2025este tipo de riesgo ya se tradujo en vidas humanas. es ambato, cinco personas resultaron intoxicadas por metanol durante una celebración social. dos muertos. Y 12 estuvieron expuestos de Ambato y Quito.
Recordar 2022, cuando murieron 32 personas en Esmeraldas y Santo Domingo por el mismo motivo es suficiente para entender que este no es un problema menor ni es pasajero.
En Quito, la Agencia Metropolitana de Control (AMC)por su parte, ha clausurado cerca de 30 establecimientos en 2025 para vender licor, entre ellos destacan locales en Chillogallo, en el sur de Quito, en donde expendían licor adulterado.
En La Ecuatoriana, un solo operativo dejó mil litros de alcohol sin control fiscal ni sanitario. No son casos aislados. Son la evidencia de un negocio que se amplía y que opera como industria paralela.
La alerta sobre este riesgo en las fiestas de diciembre llegó incluso al exterior. El Reino Unido incluyó a Ecuador en su lista de destinos donde sus turistas deben tener cuidado con el alcohol adulterado. Es una etiqueta que ningún país quiere cargar en plena temporada alta.
Pero más allá de operativos, este diciembre nos interpela como sociedad. El problema del licor adulterado se sostiene porque hay demanda. Porque el alcohol es el corazón de celebraciones y porque aún confiamos en botellas baratas, en locales improvisados, en ofertas sin sello. La cultura del consumo despreocupado es el terreno donde prosperan estos falsos negocios.
Este diciembre debería ser distinto. Es una oportunidad para elevar los controles, exigir trazabilidad real, comprar solo en sitios formales y romper la cadena que alimenta esta economía criminal. No se trata de cancelar la fiesta. Se trata de evitar que se convierta en tragedia.
Ecuador ya ha pagado un precio demasiado alto. No tendría por qué repetirlo.




