El Ecuador atraviesa por la peor etapa de su historia, se han conculcado los valores éticos, innumerables son los delincuentes que han mancillado la moral, la paz y la dignidad de la patria. Son tantos los ataques criminales y delincuenciales, que la inusitada frecuencia, con que se producen, ya no sorprende, aunque no deja de ocasionar indignación silenciosa entre las mayorías conscientes. Contemplamos sorprendidos la invasión sangrienta y despiadada de bandas narco delincuenciales internacionales, que se han apoderado de nuestro país, al que lo han situado como base ideal para el tráfico de drogas. Tan adecuado lo han percibido que luchan con salvaje y espantosa criminalidad, entre ellas, para alcanzar el dominio territorial e incrementar el narco tráfico y el consecuente enriquecimiento multimillonario. Vivimos las consecuencias de procesos cuyas semillas fueron sembradas por esos políticos que se prepararon minuciosamente para alcanzar el poder ya través de él seducir a un pueblo que esperaba cambios y respeto a la democracia. Ofrecieron, a ese pueblo, gobernar con manos limpias, corazones ardientes y mentes lúcidas. Muy pronto la ambición desmedida y el afán desesperado por enriquecerse, apropiándose del dinero que producía el petróleo, con altos precios y el que llegaba por obras sobrevaloradas y por proyectos fantasmas, nubló esas mentes, agrandó y ensució las garras de esas manos y cambió el ritmo de sus corazones a latidos repletos de prepotencia y de corrupción. Abundaron los actos ilícitos, entre ellos, dolorosas tramoyas como los “pativideos” y las consecuentes muertes sospechosas de los denunciantes, los envíos de paquetes de droga desde la cancillería en la valija diplomática a Europa, el asesinato, no aclarado, del General Gabela por oponerse a la adquisición de helicópteros de la India que, por inservibles, llevaron a la muerte a valiosos oficiales de la patria.
Cuando esta podredumbre explotaba día a día y se comprobaba la filtración de la corruptela en fiscalías, consejos, juzgados, policía, fuerzas armadas y se constataba que los delincuentes, asesinos y narcotraficantes salían en libertad, ni bien entraban a los juzgados, nos percatábamos que esas violaciones a la justicia contaban con el respaldo de la Constitución de Montecristi, del 2008, cuyo texto fue elaborado por tres asesores españoles, pagados por el dictador Hugo Chávez. El espíritu de esa Carta Magna está impregnado de la esencia del socialismo del siglo XXI para blindar al crimen, a los cárteles y proteger a los corruptos, tengan la nacionalidad que tuvieren, pues en esos textos se los califica de vulnerables y se los invita a ingresar al Ecuador, a nombre de la ciudadanía universal, sin pedirles ningún requisito o récord policial. En forma inaudita y perjudicial para la economía nacional, esa retardataria carta constitucional se opone a la inversión extranjera y se niega a modernizar el código de trabajo con la negativa a permitir el trabajo a tiempo parcial.
Lo doloroso es que el pronunciamiento popular ha ratificado la vigencia de esa Constitución que tanto daño ha ocasionado a lo largo de los 17 años de su elaboración truculenta. El voto irreflexivo que niega la posibilidad de la ayuda extranjera, para frenar el feroz ataque de cárteles y bandas internacionales, redundará en el incremento de la inseguridad, de los asesinatos, de los secuestros y masacres que afectan cada día a la nación. La estructura viciosa y deformada de la justicia comenzará con su funcionamiento apartado del equilibrio y del apego a la ley. El país seguirá siendo deficitario en la inversión extranjera, a diferencia de los países vecinos. Los cambios, que eran esperados en las reformas rechazadas, no se efectuarán, el desorden laboral se mantendrá. La corrupción, cuyos efectos carcomen día a día la moral y la integridad del país, ha sido vergonzosamente respaldada por el pronunciamiento popular. Difícil entender como la mayoría ciudadana atenta en contra de la seguridad, el progreso, la legalidad, la honestidad y el financiamiento que tanto necesitan las arcas estatales. Cómo aceptar, en resumen que el electorado se haya pronunciado por reconocer la Constitución correista chavista del siglo XXI.
No ha perdido Noboa, ha perdido el país.




