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Fabiola Piñacué, desde el Resguardo Nasa de Calderas, Cauca, emprendió desde los noventa la tarea de reivindicar la coca como planta sagrada. Lo que comenzó con la venta de aguas aromáticas cuando era estudiante universitario en Bogotá terminó consolidándose con el surgimiento de Coca Nasa, una empresa indígena que produce aromáticas, bebidas y alimentos, con la coca como ingrediente central.
En Lerma, ubicado en el municipio de Bolívar, Cauca, viven Herney Ruiz y un grupo de campesinos mambeadores -preparación artesanal- tradicionales de hoja de coca. Han producido coca orgánica para harina, galletas y otros alimentos en la región. Junto a la Alianza Coca para la Paz, un proyecto liderado por Dora Troyano, han venido promocionando los usos gastronómicos de la coca con chefs locales y nacionales.
El corregimiento El Plateado, del municipio de Argelia. Foto:JUAN PABLO RUEDA
El pueblo Murui (también llamado Huitoto) dice que en la “loma de la repartición” el creador enseñó a los pueblos la manera de vivir bien; es decir, que dio a la humanidad normas para vivir en comunidad. El creador entregó tabaco, la coca y la yuca dulce como mandato de vida. Para los pueblos indígenas, la planta representa el amor y la fertilidad; De hecho, varios pueblos cuentan que la hoja surge del corazón de una joven mujer que muere de desamor, y que los dioses, conmovidos por su tristeza, la convierten en planta de coca para que todos los seres, a través de ella, puedan recuperar su alegría y energía vital.
Este tipo de historias, hallados en su integridad en una publicación conjunta de la Cancillería y el Instituto Caro y Cuervo, constituye los argumentos con los que el actual Gobierno de Colombia pretende cambiar la relación sobre la hoja de coca. El proyecto propone superar siglos de estigmatización y reconocer la coca como planta sagrada, conocimiento ancestral y símbolo de resistencia cultural.
El debate, sin embargo, se da en medio de tropiezos. Este mes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se comprometió con la solicitud de Bolivia y Colombia de desclasificarla —apelando a sus usos médicos y ancestrales— de la lista 'negra' de las sustancias más peligrosas del planeta.donde comparte renglón con la heroína, el crack, el metilfenidato y otros estupefacientes de alto riesgo. La razón principal de los expertos para mantener la mata bajo el sello de 'peligrosa' es que, aunque tenga otros usos, la mayor parte de su producción termina convertida en cocaína.
Cultivos de coca. Foto:Imágenes falsas
Otra tensión es avanzar en la regulación de los usos alternativos de la planta de la coca ante la existencia de 253.000 hectáreas de coca cultivadas para el mercado ilegal de la cocaína en el país.
En el 68º período de sesiones de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas, Colombia subrayó que, a pesar de los esfuerzos y los miles de millones invertidos, la estrategia actual no ha logrado frenar el consumo, la producción y el tráfico de drogas. En esa sesión, por iniciativa de Colombia, se aprobó la conformación de un panel de alto nivel de expertos para producir mejores resultados.
Desclasificar la hoja de coca de la Lista de la Convención Única de 1961, cuyo lenguaje exigía explícitamente la erradicación de la planta en un plazo de 25 años, era el gran objetivo trazado por esta administración. Pese a que la OMS niega esta solicitud, el Ministerio de Relaciones Exteriores insiste en repensar la hoja de coca desde una mirada descolonizadora, científica y estética.
'La hoja de coca en la política exterior colombiana', 'La hoja de coca en los saberes y culturas del país' y 'La hoja de coca entre la ciencia y la creación' son los tres libros de tapa dura de la publicación conjunta con el Instituto Caro y Cuervo, reunidos en un estuche impreso por la Imprenta Nacional de Colombia que incluye, además, un glosario, un afiche y un set de postales, todo en edición bilingüe (español e inglés).
Lanzamiento del libro. Foto:Cancillería.
“Este libro es una declaración de Estado: un gesto de dignificación y una apuesta del Gobierno por desmontar el estigma y reconocer la coca desde los pueblos que la han guardado y resistido”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores encargado, José Miguel Sánchez Giraldo, en el acto de lanzamiento.
'La Hoja que Une' es el concepto editorial de la publicación que articula voces de investigadores, artistas y sabedores provenientes de diferentes disciplinas. Entre ellos, Wade Davis, Catalina Ceballos Carriazo, Francisco Gutiérrez Sanín, Anthony Henman, Elizabeth García, Seykingumu Osorio, Juan Carlos Gittoma Maribba, entre otros.
Por ejemplo, Edwin Agudelo, médico tradicional e investigador independiente, sostiene en las páginas que estas plantas son “maestras” pues, direccionan el pensamiento y la acción de los pueblos ancestrales para mantener los equilibrios en la vida. “Al ampliar o aguzar la percepción, sirven al médico tradicional como mediadores de lo espiritual, ya que le permiten comunicarse, conversar y negociar con seres de mundos o dimensiones invisibles”, comenta.
En el caso de Colombia, los usos tradicionales de la “cocamama” y sus saberes conexos (como alimento, medicina y guía espiritual) han sido resguardados por los pueblos indígenas de los Andes centrales, por los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta (antiguamente, su uso era común a casi todos los pueblos de las cordilleras) y por los de la Amazonía.
Sierra Nevada de Santa Marta Foto:Juan Pablo Rueda-EL TIEMPO.
Para María Alejandra Vélez, profesora titular de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, y exdirectora del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas (Cesed) y actual coordinadora del área de desarrollo rural, economías ilícitas y medio ambiente, también con voz en uno de los libros, sacar la coca de la Lista Uno, como pretendían Colombia y Bolivia, por supuesto, tiene sus riesgos. “Algunos miembros de las comunidades indígenas manifiestan que temen que la hoja sea objeto de desarrollos industriales, médicos y farmacológicos que no se beneficiarían a los pueblos tradicionales que conocen sus prioridades y beneficios, sino a intereses corporativos”.
La experta menciona en el libro que los problemas ocurridos en Colombia con respecto a la regulación del cannabis medicinal son un buen recordatorio de esa posibilidad. “Es importante desarrollar los mecanismos institucionales propios de la Comunidad Andina y otros convenios internacionales, para proteger el patrimonio cultural de los pueblos y garantizar la distribución justa de los beneficios”, complementa.
Y concluye que «saldar los vacíos en la regulación nacional, así como cuestionar el sistema internacional de fiscalización de las drogas, es de la mayor importancia, pero no será suficiente. Un verdadero cambio cultural y la aprobación de la hoja de coca en la vida cotidiana, como alimento, como insumo, como medicina, como planta, solo llegará cuando los ciudadanos la conozcan y reconozcan todas sus posibilidades».
Katansama estaba en riesgo de dejar de existir por una deuda millonaria. Foto:Unimagdalena
En ese sentido, el libro recoge la estrategia de diplomacia cultural de Colombia para proyectar otra mirada de la planta y que se ha desplegado en otros países a través de actividades artísticas, académicas, gastronómicas.
Entre las acciones se destaca una exposición de 90 días en Madrid por parte de la Embajada que ofreció una mirada integral sobre la hoja de coca (Mambear: visiones de la coca). La Misión Permanente de Colombia ante la ONU en Nueva York presentó un festival de cortometrajes seguido de un conversatorio, como parte de la 24 sesión del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas. La delegación de Colombia ante la Unesco en París organizó una serie de actividades académicas y artísticas. En octubre, la embajadora Laura Sarabia en su primer acto público en Reino Unido, dio inicio al encuentro académico y cultural dedicado a la hoja de coca, en alianza con Royal Botanic Gardens, Kew y la plataforma Futuro Coca.
Para la Cancillería, resignificar el relato de la hoja de coca y buscar que pase a ser considerado como un emblema de sostenibilidad y conocimiento ancestral permitiría que la planta llegue al escenario internacional no como problema, sino como propuesta.
Todas las piezas incluyen fotografías e ilustraciones de Jorge Panchoaga, Stephen Ferry, Andrés Cardona Cruz, Nadège Mazars y del artista Aimema Úai, seleccionadas por su potencia simbólica para representar territorios y estéticas vivas alrededor de la planta.
Lanzamiento del libro. Foto:Cancillería.
“Leer este libro es, por tanto, una invitación a endulzar la palabra en torno a la hoja de coca, a encontrar en sus páginas sus antiguos nombres, y encontrarlos ligados a otros sistemas de conocimiento y otras experiencias de convivencia con todo lo vivo; es una invitación a unirnos íntimamente en una reflexión a muchas voces que nos llevan de la criminalización de una planta sagrada, convertida en la mata que mata, a la reparación y desestigmatización de la hoja que une”, se lee en la introducción a cargo de la canciller Rosa Villavicencio.
La directora del Instituto Caro y Cuervo, Daniella Sánchez, explicó que este proyecto “pone en el centro la profundidad espiritual, cultural, histórica y política de la hoja de coca en la vida de los pueblos originarios del país y propone una lectura rigurosa de las consecuencias que la estigmatización de la planta ha generado durante décadas, estigmatización inscrita en la lucha contra las drogas”.
REDACCIÓN POLÍTICA




