'Fue solo un accidente' es una película que retrata la crueldad, el estrés postraumático y la búsqueda de justicia. Y aunque todo es demasiado fuerte y podrías pensar que no es real, la verdad es que tiene más realidad de lo que creíamos. Antes de que la veas tienes que saber lo que pasa en la vida real.
Fue solo un accidente Sigue la historia de Vahid, un mecánico que intenta llevar una vida tranquila después de haber sido prisionero político. Todo cambia cuando un choque de autos, lo pone frente a un hombre que cree reconocer, y es que resulta que podría ser la persona que lo torturó años atrás en prisión. A partir de ahí, la película se convierte en un suspenso moral. Vahid no está seguro de si su memoria lo está confundiendo o si realmente está frente a su victimario, así que decide buscar a antiguos compañeros de cárcel para confirmar su sospecha. La tensión esta vez no viene de persecuciones ni explosiones, sino del dilema de la búsqueda de justicia.
La cruel historia real que hizo que 'Fue solo un accidente' se volveria un exito
Jafar Panahi no es solo un director reconocido internacionalmente, también es una figura incómoda para el régimen iraní. Desde hace años, el gobierno le prohibió filmar, viajar y expresarse libremente debido a sus críticas al sistema político ya la forma en que el Estado ejerce control sobre la población.
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Aún así, Panahi decidió hacer Fue solo un accidente en clandestinidadcon un equipo mínimo y sin permisos oficiales. Esto, en Irán, no es una falta menor porque grabar sin autorización y abordar temas como la represión política puede derivar en arrestos, censura y represalias graves. Por eso, más allá de la historia que cuenta, la propia existencia de la película ya es un acto de resistencia. Panahi no solo habla de injusticia: la desafía directamente.

aunque Fue solo un accidente no está basado en un caso documentado específicosu raíz es profundamente real. En Irán, miles de personas han sido detenidas por razones políticas, han sufrido tortura, interrogatorios violentos y vigilancia constante. Muchas de ellas, al salir, deben seguir con su vida sabiendo que sus agresores siguen libres, integrados en la sociedad.

La película refleja una realidad en el país de que existe la posibilidad de reencontrarte, en el supermercado o en la calle, con alguien que fue parte de tu trauma. El miedo a estar equivocado, pero también el terror de tener razón. El “accidente” funciona como metáfora de algo más grande, es decir, cómo el trauma colectivo no desaparece, solo se esconde en lo cotidiano. Panahi no intenta dar respuestas fáciles ni héroes claros, sino mostrar cómo la memoria, la culpa y la justicia se vuelven difusas cuando el Estado nunca rinde cuentas.
Fue solo un accidente no se trata solo de un hombre y su pasado, sino de un país entero cargando heridas que nunca cerraron. Y quizás por eso duele tanto: porque lo que vemos en pantalla no es una exageración, sino un reflejo incómodamente cercano de una realidad que sigue ocurriendo.




