El triunfo del NO en el referéndum del 16 de noviembre no fue un simple revés electoral; Fue un clamor social por un cambio de dirección. Sin embargo, la posterior actitud del presidente de la República ha generado una nueva ola de frustración y estupor. Al parecer, la “hoja de ruta” se mantiene inalterable, como si el dictamen de las urnas no tuviera peso. Los cambios cosméticos en el gabinete, reciclando figuras y negándose a iniciar un diálogo genuinosugiere un peligroso divorcio entre el gobierno y la ciudadanía.
El país se enfrenta a problemas acuciantes: recuperación económica, inseguridad rampante, crimen organizado y narcotráfico, y una profunda desigualdad y pobreza. La prioridad del equilibrio macroeconómico, si bien necesario, no puede seguir siendo un fetiche que postergue la solución una las necesidades más urgentes de la población. La ciudadanía No solo votó contra unas preguntas, sino contra un modelo de gestión que no produzca bienestar.
Para evitar una gestión sin brújula, el gobierno debe redefinir su imagen y su destinoidentificando y enfrentando los problemas con objetivos claros:
La pobreza y desigualdad, con estancamiento productivoameritan impulsar un modelo de desarrollo inclusivo, que fomenta la inversión social productivagarantiza el acceso a oportunidades y reducir la brecha de ingresos. Ese debe ser el objetivo económico nacional.
La inseguridad rampante es un problema que toca con la invasión del crimen organizado y narcotráficoque deteriora el orden público. Su adecuado enfrentamiento debe partir de una política de Estado de seguridadestafa depuracion institucionalinversión tecnológica y una estrategia de largo plazo que desmantele las estructuras criminales y recuperar el control territorial y de las fronteras. La inversión social para recuperar la capacidad Delaware producción de la población de territorios es un arista muy importante para la generación de empleoque evite el atractivo de la actividad delictiva en la que se ve inmersa la juventudante la falta de oportunidades.
La crisis de la democracia se expresa, entre otros aspectos, por la desconfianza institucional, la falta de diálogo y la polarización político. Por tanto, se debe reinstaurar el imperio de la democracia y el consenso, abriendo mesas de diálogo multisectoriales vinculantes para construir acuerdos nacionales sobre temas esenciales.
Estos objetivos deben ser el destino del país, una imagen clara que la ciudadanía pueda vislumbrar, dejando atrás las hojas de ruta sin sentido de pertenencia.
el Presidente de la República, en su condición de gobernante de todos los ecuatorianostiene deberes ineludibles que van más allá de la gestión administrativa. Su gestión y el uso de los recursos deben estar motivados por la búsqueda del bien comúneliminando la influencia de intereses de grupos minoritarios. el intereses sociales debe prevalecer siempre sobre el interés individual o de grupos y eminencias grises.
La búsqueda de soluciones debe sustentarse en la utilización de la inteligencia nacionalbuscando el mejor conocimiento disponible para enfrentar la crítica de la realidad. Esto implica identificar a los ecuatorianos más capaces y honestos, aquellos con conocimiento de la realidad nacional y un compromiso de funcion socialpara conformar grupos de trabajo que pongan sus capacidades al servicio del país. No se trata de reciclar lealtades, sino de convocar a la excelencia cívica.
Ante la inmovilidad gubernamental, la sociedad civil no puede caer en el fatalismo ni el estupor. La frustración debe transformarse en una fuerza organizada. Es urgente la participación directa de la sociedad —gremios, academia, organizaciones socialessectores productivos—para presionar sobre la conciencia política del Presidente.
Este no es el momento de aumentar el descontento social por medio de la violencia, sino de canalizar la exigencia de una giro contundente en la gestión. El Gobierno debe comprender que persistir en una “hoja de ruta” rechazada es el camino más corto hacia la ingobernabilidad y el aumento de la tensión social.
el veredicto del 16 de noviembre exige un líder que asuma la magnitud de la crisis, convoque a la unidad nacional y esté dispuesto a modificar el rumbo para conducir a Ecuador hacia la seguridadla prosperidad y la democracia. Es hora de cambiar el mapa, y no solo de recalcular la ruta.




