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Entre 1969 y 1975, se levantaron en Sant Adrià del Besós los 14 bloques del barrio de La Mina, para realojar a barraquistas del Camp de la Bota, Pequín, la Perona, Casa Antúnez o Montjuïc. Aún conociendo las intenciones de este proyecto tardofranquista, hubo quien lo redujo a paso del barraquismo horizontal al vertical. Al completarse, el barrio contaba con 15.000 habitantes y cierta mala fama. En 1976 filmó allí José Antonio de la Loma la película. Perros callejeros primera de una trilogía quinqui inspirada en las andanzas del Vaquilla.
La Mina sigue en pie, la transformación de Barcelona avanza y el área urbana en la que operaron delincuentes juveniles es ahora también un enclave residencial apto para nómadas digitales, público de festivales musicales o emprendedores, muchos de ellos extranjeros. Así lo ha entendido el promotor suizo Joachim Stahler, que ha edificado junto a La Mina, ahí donde lindan Sant Adrià y Barcelona, un apartotel de 17 plantas con 322 apartamentos y servicios (auditorio para convenciones, restaurante, piscina, gimnasio, guardería, biblioteca, etc).
Este bloque ocupa una manzana rectangular y está integrado por dos volúmenes longitudinales que, unidos, dibujan en planta una V. Los apartamentos –de 30 a 200 metros cuadrados– se ubican en las dos fachadas exteriores, en busca de sol y vistas al mar. La fachada que da a la calle San Raimundo de Peñafort, de gran superficie y orientada al sur, describe una suave curva y se retira generando en la esquina con Llull espacio público.
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El sol es bienvenido en invierno y exige protección en verano. Por eso, esta fachada cuenta con las terrazas de 1,40 metros de profundidad y en su conjunto está resguardada por placas verticales de despliegue dispuestas en paralelo, que replican en vertical la suave curva horizontal. Como recurso protector tiene efectos benéficos, pero dada la gran extensión de esta fachada y el reducido número de elementos usados, la composición final resulta más anodina que vibrante.
Otra cosa son las dos fachadas interiores, que abrazan un gran atrio a cielo abierto, y protegen las zonas de servicios mediante una celosía espectacular, con estructura metálica y listones de madera, diseñada mediante un programa paramétrico. Si en la fachada exterior impera la contención, en este interior la celosía es de expresión abarrocada, potenciada por los cantos esculpidos de los muros que la sostienen.
En resumen, esta obra acabada en 2024 aporta una zona en constante transformación una gran pieza, mastodóntica casi: la palabra Tembo significa, en suajili, elefante.




