Mateo Bourne's Los zapatos rojos Es un remolino de color e intensidad. Adaptada de la película de 1948 de Michael Powell y Emeric Pressburger, esta versión teatral evoca maravillosamente el mundo de ambición y obsesión de la década de 1940.
Bourne, el más exitoso de Gran Bretaña coreógrafoSiempre le ha gustado el cine: su primera empresa se llamó Adventures in Motion Pictures. Creada en 2016 para su compañía New Adventures, esta producción galardonada con el premio Olivier no es una repetición paso a paso de la película, pero está impregnada de su material original. Bourne remodela con confianza el material del escenario, abriendo escenas y modificando tramas, pero sus cambios más audaces parecen cortados del mismo patrón.
Como en la película, la bailarina Vicky está atrapada entre el arte y la vida: las exigencias de su carrera y las del posesivo empresario Boris Lermontov, que chocan con su nuevo amor por el compositor Julian Craster. El cuento de hadas de Hans Christian Andersen, del cual la película toma su nombre, cuenta la historia de un par de zapatos rojos que obligan a quien los usa a bailar para siempre, un símbolo del peligroso atractivo del arte.
Y los límites siguen difuminándose. Con su colaborador desde hace mucho tiempo, Lez Brotherston, Bourne nos lleva a un mundo detrás del escenario. Mientras observamos el Ballet Lermontov, el maravilloso arco del proscenio de Brotherston gira, llevándonos detrás de escena mientras los bailarines se estiran, arreglan sus disfraces y se preparan para regresar. A medida que la historia se traslada a Montecarlo, vemos la evocación que hace Bourne de un ballet de playa de los años 20, con sus personajes paseando por la acción escenificada.
En lugar de utilizar música de la película, Bourne incorpora partituras del compositor de cine Bernard Herrmann, orquestadas por Terry Davies. Le da a la obra un toque cinematográfico, al tiempo que permite una variedad de estilos para las escenas de ballet. Bourne se divierte enormemente con las escenas de actuación y ensayo, incorporando una gran cantidad de historia del ballet en sus hábiles parodias. Cuando Vicky deja el Ballet Lermontov, hay un vislumbre irresistible de un sórdido cartel de music hall, desde coristas aburridas hasta un desconcertante muñeco de ventrílocuo.
Como Vicky, Ashley Shaw muestra la ardiente intensidad de la ambición de la heroína. Ella brilla cuando la mirada de Lermontov se posa sobre ella: el lugar y el momento correctos, pero también el inmenso impulso que la ha traído a este momento exacto.
Julian es más comprensivo aquí que en el novio egoísta de la película. En un dúo tierno y tenso, vemos a Julian de Shaw y Dominic North luchando contra la frustración profesional, tratando de ayudarse mutuamente pero atrapados en sus propios sentimientos. Lermontov de Reece Causton necesita más amenaza. Es más fuerte cuando tiene que bailar principalmente, pero le falta peso en las escenas en las que se cierne sobre la acción.
Los papeles secundarios son vívidos y precisos, con Liam Mower espléndidamente agudo y divertido como el maestro de ballet Grischa. Toda la producción es rica en detalles, y cada momento añade profundidad al apasionante e invernadero mundo de la historia.




