Ahora que La GranjaVIP está de moda, muchos de los fanáticos de la WWE Comenzó a seguir la realidad por alberto del riotambién conocido solo como 'El Patrón'. Pero lo que no sabíamos eran todas esas secuelas y Daños emocionales que quedaron marcados en él. Después de tantos años.
Alberto del Río fue uno de los luchadores mexicanos más reconocidos dentro de la WWE. Durante años representó a México en la empresa de lucha libre más grande del mundo, ganando campeonatos, coronas y el apoyo de miles de latinos que lo vieron convertirse en una figura poderosa dentro del cuadrilátero. Pero lo que nadie veía era lo que había detrás del show: la presión, el racismo y la violencia emocional que terminó por quebrarlo internamente.
El terrible daño emocional que le dejó la WWE a Alberto del Río
En 2014, su carrera dio un giro definitivo cuando fue despedido tras un incidente de racismo en backstage. Un empleado de producción hizo un comentario despectivo sobre su origen latino y Del Río reaccionó básicamente. Aunque él lo vivió como una defensa de su dignidad, la empresa lo corrió por “conducta inapropiada”.
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Volvió por un breve período en 2015, pero la segunda etapa tampoco fue difícil: diferencias creativas, tensiones internas y un ambiente hostil terminaron alejándolo definitivamente en 2016. Esa fue la última vez que Alberto del Río pisó una arena de la WWE.
Casi una década después, su aparición en La GranjaVIP Reveló algo que muy pocas personas sabían: las secuelas emocionales que le dejaron ese período. Frente a las cámaras, rompió el personaje y habló como persona, no como luchador.
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Alberto del Río confesó que aún carga con enojo e impulsividad derivados de ese entorno tóxico; que vivir con discriminación normalizada lo marcó profundamente; y que el racismo que sufrió no solo terminó con su contrato, sino con parte de su estabilidad emocional. Durante su ingreso al reality incluso se quebró en llanto al recordar a su padre —también luchador—, lo que dejó ver que está atravesando un proceso de reconciliación consigo mismo y con su historia.
La WWE le exigió un cuerpo fuerte, pero nunca se preocupó por su salud mental. Y esa factura, tarde o temprano, se cobra. Años después, en un momento donde ya no está interpretando a un personaje poderoso, sino a un hombre tratando de reparar sus heridas, esas secuelas salen a la luz: enojo acumulado, estrés constante, y una postura de “defensa permanente” ante el ataque.
Lo que Alberto del Río está haciendo hoy en La Granja VIP no es un simple reality show: es una catarsis pública. Está hablando desde un lugar vulnerable que rara vez se ve en figuras del mundo del deporte, donde la masculinidad se exige férrea, silenciosa y sin grietas.




