Me encontré con la protesta y escuché muchos de los discursos. Todos insistieron en la necesidad de traer a los rehenes a casa. Una mujer habló detalladamente de todo el sufrimiento por el que pasan los rehenes. Ni una palabra sobre los 33.000 palestinos asesinados, ni una palabra sobre el principio de proporcionalidad según la Convención de Ginebra de 1949, que prohíbe las represalias desproporcionadas. ¿Hay alguien en algún lugar que pueda negar que Israel está violando ese principio del derecho internacional y que lo ha estado haciendo durante décadas?
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El aspecto más absurdo de la manifestación fue la ferviente exigencia de que el gobierno estadounidense trajera a los rehenes a casa. ¿El gobierno de Estados Unidos? Evidentemente una exigencia como ésta no debería dirigirse a Biden. Pero el mensaje oculto, obviamente, era protestar por la abstención de Estados Unidos en la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pedía un alto el fuego. Nada sobre el hecho de que los otros 14 miembros del Consejo de Seguridad votaron afirmativamente y nada sobre el hecho de que el mundo entero se opone al ataque de Israel a Gaza. Obviamente los oradores no estaban preocupados por la opinión pública mundial, sólo por la del gobierno de los EE.UU., que es el benefactor de Israel con cientos de miles de millones de dólares.
Los oradores en la manifestación hicieron parecer que con una participación tan grande, los políticos en Washington tendrían que escucharlos en su insistencia en un apoyo del 100% a las acciones de Israel. Como alguien que ha participado en protestas en Washington de 50.000 personas pidiendo un alto el fuego en Gaza y el fin de la ayuda militar a Israel, consideré patético este grito de guerra que exige apoyar a Israel. La palabra patético, sin embargo, tal vez no sea apropiada, dada la magnitud de la tragedia que está ocurriendo.





