La explosiva llegada de O'Neill sacó al Celtic de un hoyo. Pero algunos podrían argumentar que su cariñosa despedida (y el momento en que se produjo) ejerce un poco de presión sobre el hombre que viene detrás de él.
El veterano jefe llegó a Glasgow alegando que no tenía derecho a aceptar el puesto de forma permanente. Nunca lo sabremos si en secreto albergaba ambiciones contrarias.
Pero hubo un constante calentamiento por parte de algunos fanáticos de que O'Neill, quien ha demostrado ser el más seguro de las manos, debería quedarse por más tiempo. Como mínimo, tener la oportunidad de liderar al Celtic contra el St Mirren en la final de la Copa de la Liga dentro de una semana el domingo.
En cambio, Nancy se enfrentará a una serie de partidos que le exigirán empezar a correr como un velocista olímpico.
El domingo, el líder Hearts llega al Celtic. A esto le sigue la Roma, gigante de la Serie A, que visitará Glasgow el jueves. Luego esa final en Hampden.
El Celtic podría terminar ese hat-trick de partidos en la cima de la liga, rumbo a las eliminatorias de la Europa League, y con un trofeo en el gabinete.
O puede que no.
Para cualquier nuevo gerente que llegue, es un colosal bautismo de fuego intentar abrirse camino. La permanencia de O'Neill en el puesto puede haber aliviado esa presión instantánea, pero se ha puesto fe en su reemplazo.
La temporada del Celtic se ha enderezado y O'Neill se irá con su legado intacto y, en todo caso, mejorado. Es un acto difícil de seguir para Nancy.
La leyenda del club deja atrás un equipo celta con una identidad renovada. Deja atrás un apoyo con una fe renovada. Deja atrás un listón muy alto.
No deja atrás un chándal.




