El primer ministro canadiense, Mark Carney, intervino para agradecer a Trump por llamarlo presidente accidentalmente. «Me alegra que me hayas mejorado», sonrió Carney.
«Oh, ¿lo hice?» Trump bromeó, ansioso por reírse el último, antes de agregar: «Al menos no dije gobernador». Esa broma estaba dirigida al predecesor de Carney, Justin Trudeau, a quien Trump trolleó extensamente durante sus dos mandatos como presidente de Estados Unidos.
Trudeau, por su parte, probablemente no prestaría demasiada atención dada su otras prioridades en este momento.
Los arcos de Orbán
En una escena extraña, el Primer Ministro nacionalista de Hungría, Viktor Orbán, emergió lentamente de detrás de un grupo de líderes y ofreció una voz baja, reverencia deliberada al presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, que se encontraba en plena conversación con el ex primer ministro del Reino Unido, Tony Blair.
Los observadores se quedaron con la duda: ¿fue un protocolo formal, un gesto de adulación o una simple confusión diplomática? O tal vez una broma interna.
¿Elogio o advertencia?
Si Orbán se inclinaba, Trump adoptó un enfoque más directo al líder azerbaiyano.




