El 5 de agosto de 2024, se produjo un momento histórico en Bangladesh cuando la Primera Ministra Sheikh Hasina renunció y abandonó el país Después de 16 años de gobierno, su salida no fue el resultado de una elección regular ni de una transición pacífica del poder, sino la culminación de un levantamiento masivo encabezado por estudiantes. Esta revolución, que finalmente derrocó a la primera ministra que más tiempo estuvo en el cargo en el mundo, marcó un punto de inflexión significativo en el panorama político del país. El ascenso al liderazgo del Dr. Muhammad Yunus, premio Nobel, simboliza un nuevo capítulo para Bangladesh. Sin embargo, las raíces de este levantamiento están profundamente arraigadas en las injusticias persistentes que plagaron el país durante el mandato de Hasina.
A lo largo de su reinado, Bangladesh sufrió ejecuciones extrajudiciales generalizadas, acoso judicial, desapariciones forzadas, corrupción desenfrenada y marginación de los disidentes políticosEstas cuestiones, combinadas con la marcada división de la nación basada en ideologías políticas, crearon una atmósfera de frustración y desilusión. El levantamiento que forzó la renuncia de Hasina es un duro recordatorio de una lección histórica más amplia: las injusticias, cuando no se controlan, conducen inevitablemente a la revolución.
Para entender esto, hay que mirar atrás a la historia de Bengala, que arroja luz sobre la relación duradera entre la injusticia y el cambio social. Bengala, a diferencia de muchas partes del subcontinente indio, no era tradicionalmente una región de mayoría musulmana. Censo de 1872 El estudio reveló que casi el 50 por ciento de la población de Bengala era musulmana, mientras que en Delhi, el centro del gobierno musulmán, los musulmanes constituían sólo el 11 por ciento. Esta transformación demográfica plantea la pregunta: ¿qué llevó a la conversión en gran escala de hindúes al Islam en Bengala?
Teóricos Los autores sugieren que el atractivo del Islam en Bengala radica en su promesa de igualdad a través del concepto de la Hermandad Musulmana. En una región marcada por las rígidas jerarquías del sistema de castas hindú, donde los individuos de castas inferiores eran sistemáticamente oprimidos, el Islam ofrecía un orden social más inclusivo. Quienes se sentían marginados y deshumanizados por el sistema de castas encontraron refugio en los valores igualitarios del Islam. El sentimiento de injusticia, arraigado en la rígida jerarquía de castas hindú, desempeñó así un papel decisivo en la conversión de muchos bengalíes al Islam, lo que pone de relieve cómo la injusticia puede impulsar una transformación social significativa.
Este tema de la injusticia como catalizador del cambio también es evidente en el Partición de la India británica En 1947, los musulmanes de la India británica se sentían desfavorecidos y marginados bajo el régimen colonial, y esa sensación de injusticia alimentó la demanda de un estado musulmán separado, lo que llevó a la creación de Pakistán. La sensación de ser tratados injustamente y el temor de seguir siendo subyugados bajo una India de mayoría hindú impulsaron a la población musulmana a buscar su propia nación.
La propia creación de Bangladesh en 1971 fue impulsada de manera similar por una Sentimiento de injusticiaPakistán Oriental, que hoy es Bangladesh, sufrió explotación financiera, marginación política y negación de derechos democráticos por parte de las autoridades gobernantes de Pakistán Occidental. Cuando el poder no fue transferido al partido electo de Pakistán Oriental, la sensación de traición e injusticia desencadenó un movimiento de liberación que finalmente llevó a la creación de un Bangladesh independiente. El patrón es claro: cada punto de inflexión importante en la historia de la región fue provocado por injusticias que los poderes gobernantes ignoraron o perpetuaron.
Avanzamos rápidamente hasta 2024 y el derrocamiento del gobierno de Sheikh Hasina siguió una trayectoria similar. Bajo el régimen de la Liga Awami, Las injusticias eran rampantesLos ciudadanos fueron sometidos a abusos sistemáticos, la corrupción se descontroló y la disidencia política fue reprimida con dureza. El fracaso del partido gobernante en abordar estas quejas y sus intentos de consolidar el poder marginando las voces de la oposición llevaron al pueblo al borde del abismo. Cuando el diálogo y la protesta pacífica fracasaron, la revolución se hizo inevitable.
La lección clave que se desprende de la historia de Bangladesh (y, de hecho, de otros momentos revolucionarios de la historia mundial) es que la injusticia sostenida prepara el terreno para la agitación. Los gobiernos que permiten que la corrupción, la represión y la desigualdad se agraven crean las condiciones para su propia caída. Para cualquier gobierno democrático, o incluso para cualquier régimen, es esencial abordar las injusticias de frente, garantizando que todos los ciudadanos se sientan incluidos y valorados en el tejido social y político de la nación.
La única manera de evitar el ciclo de injusticia y revolución es construir una sociedad incluyente. Para ello es necesario crear mecanismos de diálogo, compromiso y reforma, y utilizar la educación para fomentar una cultura de empatía, comprensión y respeto mutuo. Si los ciudadanos sienten que tienen algo que ver con la nación y que sus voces son escuchadas, la probabilidad de que se produzca un movimiento revolucionario disminuye.
Además, el éxito de cualquier revolución depende de la preparación cultural de la población. Las revoluciones pueden ser provocadas por la injusticia, pero sus resultados están determinados por la conciencia colectiva y la disposición de la población a aceptar el cambio. En el caso de Bangladesh, la fuerza cultural del movimiento dirigido por los estudiantes y el liderazgo simbólico de una figura como el Dr. Muhammad Yunus fueron factores clave para garantizar que la revolución lograra generar un cambio significativo. Pero el legado de un mal gobierno a largo plazo es difícil de superar.
Dicho esto, la reciente revolución de Bangladesh es un poderoso recordatorio de que las injusticias, cuando no se controlan, inevitablemente siembran las semillas de la resistencia y la rebelión. Desde la conversión de los hindúes al islam en Bengala hace siglos hasta el derrocamiento de Sheikh Hasina en 2024, la historia demuestra que quienes se sienten marginados y oprimidos terminarán alzándose contra sus opresores. Los gobiernos que deseen evitar tales levantamientos deben comprometerse con la justicia, la inclusión y el diálogo, porque cuando la injusticia se convierte en la norma, la revolución nunca está lejos.
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