Vivo sola en una casa de ochenta metros. Tengo un microondas que nunca uso, una colección de vencejos de cerámica, dos cotorras azules que me ha regalado mi amiga Paula y un ordenador del que no me despego. También unos mil quinientos libros. buena … parte se distribuye en cuatro estantes. El resto, en torres. Hay más ejemplares guardados en los armarios, también debajo de la cama y en maletas que se olvidó de abrir. Faltan dos días para que acabe el año. Mi amigo el periodista e historiador Guillermo Ramos Flamerich intenta convencerme: «Ordena la biblioteca». «Hazte un archivo». Lo escucho.
Después de unos días, decidió entrar en el estudio y poner algo de orden. Como siempre, Borges Está en lo cierto. Ordenar una biblioteca es una forma de ejercer la crítica literaria. Los libros que conservan no son todos los que me constituyeron. permanente 'Las Metamorfosis', de Ovidio, y la 'Antígona' de Sófocles. Y la de Steiner, la de María Zambrano y la de Bergamín. La poesía de Borges, toda ella, en distintas ediciones. También las 'Novelas ejemplares' o los entremeses de Cervantes. Están muy cerca, a la mano. Tan cerca como las novelas de Thomas Bernard y el Thomas Mann más esenciales. A Sylvia Plath no la echo de menos. Creo que la he superado, como a las paperas. Una ella. ya Virginia Woolf.
Me faltan mi propio cura y mi propio barbero para el examen de mi biblioteca. Hay libros que enferman, envejecen, pierden lozanía. O quizás sea yo la que ha cambiado. Me insto a Santa Teresa. Está aquí, aquí mismo. Y a Rulfo, cuya obra, aunque magra, me retumba en la cabeza. Javier Marías se despliega en las baldas más ilustres, la de los maestros, junto a Natalia Ginzburg, Patricia Highsmith y JM Coetzeeun escritor imperecedero, universal y siempre perfecto cuando de bajar a las cloacas del género humano se trata. Felipe Roth y José Rothguardianes de todo lo importante y duradero. Faltan dos días para acabar el año, e intento un milagro -ordenar la biblioteca- que no acabará de ocurrir.




