Hay casos memorables en los que un solo jugador es la clara diferencia entre un equipo y los demás. Pero estamos hablando casi de marcianos, de figuras. fuoriclasecomo Maradona y Messi, o como lo fueron en otros tiempos de nuestro fútbol monstruos como Riquelme, Alonso, Bochini..
Hubo casos aislados en los que también la inclusión de un jugador en solitario, ningún «extraterrestre»marcó la diferencia, el antes y el después del rendimiento de un gran equipo.
Un caso fue el Huracán de 2009: Ángel Cappa estaba craneando uno de sus equipos de autor, con talento, buen pie y tiki tiki, pero que se le terminó de armar casi un día antes del arranque del torneo que lo dejó en la memoria futbolera sin ser campeón: fue con la llegada de mario bolatti con su gran influencia en el juego.
Salvando distancias, la liga argentina tiene hoy otros dos paradigmas, y en los que el influjo suma, al diferencial de juego, un fuerte efecto vengado de la personalidad del crack que llega.
Rosario Central ya era candidato a ganar el Apertura cuando lo eliminó un sorprendente Huracán -luego subcampeón-, pero dio un sensato salto con el regreso de Angelito Di María. Se afirma como el mejor equipo del año y la influencia del campeón del mundo en el crecimiento del fútbol y la mística ganadora es clarísima.
Y quizás no haya ejemplo tan palmario como el de Leandro Paredes, llegado a un Boca que venía a los tropezonescon varios aplazos y objetivos incumplidos pero, sobre todo, una preocupante falta de convicción y juego. Y el aporte de este otro campeón del mundo no se limita a ser un crackleer los partidos mejor que nadie, tener más técnica y pegada.
Paredes se convirtió un faro referencial para todos sus compañerosse encargó de estar cerca con el mensaje justo, y sus potentes gestos trascienden los talentos deportivos, su jerarquía indiscutiblemente superior al medio. Mejora a sus compañeros, alivia ya la vez compromete a su entrenador, y enciende en sus hinchas la más poderosa ilusión.








