Puede que eso no suene exactamente como un llamado a las armas, pero el título de una nueva introducción experta y atractiva al filósofo nos anima a pensar de otra manera. “Kant: A Revolution in Thinking” (Harvard), de Marcus Willaschek, traducido por Peter Lewis, sostiene que lo que hizo a Kant revolucionario fue su afirmación de que para comprender cualquier cosa (la ciencia, la justicia, la libertad, Dios) primero tenemos que entendernos a nosotros mismos. Willaschek, una de las principales autoridades mundiales en Kant y editor de la edición estándar alemana de las obras de Kant, escribe: «Kant colocó al ser humano en el centro de su pensamiento como ningún otro filósofo antes que él». Como demuestra Willaschek, Kant creía que sus ideas cambiarían la comprensión que la humanidad tenía de su lugar en el mundo tan profundamente como la revolución copernicana había cambiado nuestra idea del lugar de la Tierra en el cosmos.
Y lo hicieron, al menos para la filosofía, iniciando el período más fértil del pensamiento occidental desde Platón y Aristóteles. Willaschek ofrece una medida de la influencia de Kant observando el término “crítica”, que Kant utilizó en los títulos de sus tres libros principales: la “Crítica de la razón pura” (1781), la “Crítica de la razón práctica” (1788) y la “Crítica del juicio” (1790). En ese momento, la palabra crítica fue una adición relativamente nueva al idioma alemán y Kant fue el primero en utilizarlo en un título. Hoy, escribe Willaschek, “el catálogo de la Biblioteca Nacional Alemana contiene no menos de veinticuatro mil obras con la palabra 'Kritik' en sus títulos”.
En términos más generales, observa, las ideas de Kant sobre la mente dieron forma al desarrollo de “la psicología, la antropología y las ciencias sociales más recientes”. En el siglo XX, los filósofos de la ciencia lucharon con Kant mientras intentaban dar sentido a los desconcertantes descubrimientos de la relatividad y la física cuántica. Los trascendentalistas estadounidenses tomaron su nombre de uno de los términos técnicos clave de Kant: «Aplico el término trascendental», escribió, «a todo conocimiento que no se ocupa tanto de los objetos como del modo de nuestro conocimiento de estos objetos». Ralph Waldo Emerson se estaba volviendo kantiano cuando declaró: «Me convierto en un globo ocular transparente; no soy nada; lo veo todo».
La idea central que estos pensadores dispares extrajeron de Kant es que el mundo no es simplemente una cosa, o un conjunto de cosas, que se nos ha dado para percibir. Más bien, nuestras mentes ayudan a crear la realidad que experimentamos. En particular, Kant argumentó que el tiempo, el espacio y la causalidad, que normalmente damos por sentados como los aspectos más básicos del mundo, se entienden mejor como formas impuesto sobre el mundo por la mente humana.
El paralelo con Copérnico resulta adecuado. Antes de Copérnico, Kepler y Galileo, la gente suponía que el Sol y los planetas giraban alrededor de la Tierra, y con razón: así nos parece cuando miramos al cielo. Fue necesaria mucha observación minuciosa y un razonamiento ingenioso para que los astrónomos comprendieran que se trataba de un truco de perspectiva y que, de hecho, es la Tierra la que gira alrededor del sol. De manera similar, es natural que los seres humanos asuman que la forma en que vemos el mundo (extendido en tres dimensiones, moviéndose constantemente del pasado al futuro, cambiando a medida que sus diferentes elementos interactúan) es como realmente es. Pero, sostuvo Kant, esto también es un truco de perspectiva. El espacio y el tiempo no existen objetivamente, sólo subjetivamente, como formas de nuestra experiencia. Escribió que «sólo desde el punto de vista humano podemos hablar de espacio, objetos extendidos, etc.»
Este pensamiento llevó a Kant a una conclusión más pesimista que la de Copérnico. Si bien la humanidad finalmente llegó a una comprensión correcta del sistema solar, nos resulta imposible llegar a conocer “las cosas en sí mismas”, lo que Kant llamó “noúmenos”. Sólo tenemos acceso a los “fenómenos”: la forma en que vemos las cosas, dado el tipo de mente que tenemos. «Lo que las cosas pueden ser en sí mismas, no lo sé ni necesito saberlo, porque una cosa nunca se me presenta más que como un fenómeno», insistió Kant.
Se trata de un mensaje “inquietante”, escribe Willaschek: “Parece despojar a todas las cosas que nos rodean de su solidez, por así decirlo, y transformarlas en meros productos de nuestra imaginación”. De hecho, Kant no pretendía hacernos dudar de la evidencia de nuestros sentidos. Más bien, razonó, el conocimiento científico es posible porque todos los seres humanos experimentan el mundo a través de las mismas categorías de tiempo y espacio. La ciencia pretende tratar el mundo sólo tal como lo percibimos, no como es “en sí mismo”, y en esa medida es completamente confiable. Cualquiera que mida un objeto en caída libre en el vacío encontrará que acelera a treinta y dos pies por segundo al cuadrado; No tenemos que preocuparnos de que esto sea «producto de nuestra imaginación».
