la ciudad de Quito se prepara para uno de sus hitos culturales más grandes del año: los tres conciertos de Shakira los días 8, 9 y 11 de noviembre de 2025 en el Estadio Olímpico Atahualpa.
Según el municipio de quitoel evento no solo es un espectáculo musical, sino una oportunidad para demostrar que la capital ecuatoriana puede insertarse en circuitos internacionales de entretenimiento.
Las estimaciones sobre el impacto económico varían: algunas fuentes municipales señalan que el efecto podría estar entre 40 y 50 millones de dólares en activación turística y comercial.
En esos estimados se incluyen ingresos por hospedaje, transporte, comercio, alimentación y servicios complementarios. Por ejemplo, se señala un aumento del 55% en búsquedas de vuelos a Quito respecto al año anterior y un alza del 37% en ocupación hotelera para las fechas de los conciertos.
Además, el Municipio ha habilitado una feria de emprendimientos en el entorno del estadio para que negocios locales y artesanales participen en la dinámica del evento.
Estos tres días no solo serán prueba de la cantante, sino de la ciudad: su logística, su oferta turística, su capacidad de acoger un espectáculo de escala internacional y de movilizar a millas de visitantes, tanto nacionales como extranjeros. Como parte de la preparación, el sistema de transporte público de Quito amplió servicios, se desplegarán operativos de seguridad especiales y espacios urbanos se adaptaron para recibir al público.
Sin embargo, esta videocámara de oportunidad viene con otra lente: el de la cultura local. Si Quito muestra que puede manejar un evento de esta magnitud, abre la puerta a más giras internacionales, se hace visible a la ciudad como destino de entretenimiento de primer nivel y acelera su posicionamiento en la economía creativa.
Pero al mismo tiempo, surge la pregunta: ¿Qué pasa con los artistas locales y los espacios culturales que no cuentan con los recursos de una superestrella como Shakira? ¿Cómo hacer que el brillo internacional beneficie también la escena artística local, la industria musical ecuatoriana, los emprendedores culturales que buscan espacio?
En ese sentido se abre la reflexión: el impacto inmediato de los conciertos es evidente, pero la sostenibilidad cultural no lo es tanto. Para que Quito realmente gane algo más que ingresos efímeros, debe construir un ecosistema de cultura que tenga continuidad: desde estadios, salas, festivales, escuelas de música, formadores, plataformas de distribución local. Si la ciudad se queda solo en “gran concierto” y no en “gran sistema cultural”, el efecto será temporal.
Además, al invertir en infraestructura, servicios, logística y experiencia, Quito demuestra que cuenta con el capital urbano y profesional para un evento de esta escala. Eso es importante para atraer futuras giras, convenciones y turismo de alto valor. Pero también debe servir para articular políticas públicas que integren cultura, turismo, emprendimiento, transporte y urbanismo.
Para los ciudadanos de a pie, el mensaje es doble: por un lado, pueden gozar de un evento único que pone a Quito en el mapa latinoamericano del espectáculo. Por el otro, pueden exigir que ese posicionamiento tenga repercusión más allá de los tres días: que se traduzca en más oportunidades para los jóvenes músicos, en más espacios para los emprendedores culturales, en una renovación de la oferta turística que no se limita al espectáculo exterior sino que impulsa la identidad, la creación y la participación local.
En definitiva, los conciertos de shakira son más que música y luces: son prueba de que Quito puede jugar en una liga mayor. Y si lo hace bien, el premio será de todos: ingresos, visibilidad, empleo, movilidad, cultura. Ahora, lo que viene después ¿será solo un eco de esos tres días o será el inicio de un nuevo capítulo de ciudad?
