En Ecuador se habla de reconciliación como si fuera una tradición navideña. Cada 25 de diciembre se recuerda valores como la paz, el encuentro y la convivencia. Sin embargo, la práctica colectiva de esos valores sigue siendo una deuda pendiente.
Hoy el país registra niveles de violencia sin precedentes en años recientes. En 10 meses del 2025, los homicidios intencionales suman 7 553. Esto significa 7% más que el 2024. Estas cifras revelan que Ecuador registrará la tasa de homicidios más alta de toda América Latina por tercer año.
Además, más del 70% de los 18 millones de habitantes estuvieron expuestos a la violencia del crimen organizado en este2025, según Acled (Armed Conflict Location & Event Data).
La violencia también golpea con impacto desigual. En Ecuador, seis de cada diez mujeres han sido víctimas de algún tipo de violencia a lo largo de su vida. De acuerdo con un estudio de la Cooperación Alemana (GIZ), la violencia contra mujeres y niñas no solo tiene un costo humano: el país pierde cerca de 4 000 millones de dólares anuales, equivalentes al 4,28% del PIB.
Más allá de las estadísticas, esta realidad se traduce en familias fragmentadas, en miedo generalizado y en relaciones sociales marcadas por la desconfianza.
Es en este contexto que la reconciliación nacional -que debería resonar con fuerza en Navidad- se presenta como un desafío más urgente que ceremonial. Reconciliarse significa reconocer el daño que la violencia causa en todos los niveles y asumir responsabilidades individuales y colectivas. No se trata de un consenso superficial sino de un compromiso con la convivencia real.
La Navidad nos recuerda que el encuentro y la paz deben ser algo más que un ideal de una temporada. Ecuador necesita políticas públicas sólidas en la practicacompromisos ciudadanos y estrategias que favorecen el diálogo y la reparación.
La reconciliación pasa por invertir en seguridad con justicia, educación en resolución de conflictos y promover espacios comunitarios donde la confianza social pueda reconstruirse.
Si esta temporada navideña nos deja una reflexión, que sea esta: no basta con desear paz. Hay que construirla. Es momento de que la reconciliación deje de ser solo una palabra y se convierta en una práctica tangibleen cada barrio, en cada familia y en toda la nación.




