Creado por surfistas de California que querían llevar las líneas del surf al asfalto, el skate pronto dejó de ser una simple alternativa para los días llanos. Se consolidó como una práctica que lee la ciudad a través de una lógica diferente, reinterpretando escalones, pasamanos, muros y espacios intersticiales como posibles líneas, desafíos y oportunidades. Con el tiempo, evolucionó hacia una cultura urbana global, una forma de habitar y transformar el espacio público a través del movimiento. Lo que alguna vez fue marginal se ha convertido en un catalizador para la activación urbana, la construcción de comunidades y nuevos usos para espacios pasados por alto. En esencia, el skateboarding revela cuántas ciudades coexisten dentro de una misma ciudad, dependiendo de quién se mueve por ellas y de cómo cada persona es capaz de reinterpretar su entorno.





