norteno fue en vano Nicola Benedetti proclamó “el violinista favorito del país” en la publicidad de este concierto. Seis semanas después de su primera gran gira de conciertos en una década, llegó al Royal Albert Hall para dirigir lo que en cierto modo parecía una celebración: una especie de sesión improvisada súper pulida, puntuada por una charla amistosa y poco pulida desde el escenario. Sin embargo, musicalmente, si se tratara de una fiesta, estaría sirviendo canapés: muchas cosas pequeñas y deliciosas, pero no una comida adecuada.
Y, sin embargo, esos trozos pequeños ofrecían mucho disfrute. El conjunto de apoyo de Benedetti es una combinación poco convencional pero inspirada de violonchelo, guitarra y acordeón: Maxim Calver, Plínio Fernandes y Samuele Telari fueron socios estrechos, flexibles y receptivos, y juntos el cuarteto creó algunas sonoridades intrigantes, que se escucharon en esta sala mejor que algunos de los detalles más finos.
La música se dividía vagamente en tres categorías. Estaban las románticas piezas de salón, incluidos arreglos bellamente realizados de la Siciliana atribuidos a Maria Theresia von Paradis pero escritos por Samuel Dushkin, y Beau Soir de Debussy. El tono generoso y el fraseo aterciopelado de Benedetti podrían haber estado hechos para esto; El trío de apoyo, que sonaba maravillosamente relajado, evocaba un ambiente que explicaba el título de Café del violínla grabación lanzada para acompañar la gira.
Luego estaban las melodías folclóricas escocesas, para las cuales Fin Moore se unió a los músicos en los pequeños tubos, primero proporcionando solo el fondo del zumbido y luego retomando la melodía mientras Benedetti improvisaba arriba. El bis, Farewell to Stromness de Peter Maxwell Davies, se remontaba a estos.
Y, en caso de que alguien hubiera pensado que el trabajo de dirigir el festival internacional de Edimburgo habría afectado la sólida técnica de Benedetti, estaban los números espectaculares: una polonesa de Wieniawski y caprichos de Paganini, con el número 1 interpretado en solitario, tal como está escrito, y el número 24 en un arreglo chispeante que posiblemente perdió parte del factor sorpresa dado que todas esas notas no provenían de un solo violín. Para Navarra de Sarasate, un dúo de violín virtuoso pero formulado, Benedetti contrató a Emma Baird como compañera. Carmen Fantasy, del mismo compositor, fue el último éxito de una violinista que todavía está en la cima de su juego.




