PAGuck les arrebata el aliento a los amantes. Se detienen a mitad de la frase, flotando bajo su hechizo, las linternas brillando en la noche helada. El malévolo payaso de Sergo Vares, vestido mitad esmoquin, mitad tutú, lleva el caos en las venas. En esta coproducción invernal entre Headlong y el Globe, la comedia y el terror conviven, mientras la directora Holly Race Roughan evoca una versión de pesadilla del sueño clásico de Shakespeare.
Puck, un ágil cambiaformas con forma de cuervo de Vares, puede ser el rostro de los hechos oscuros en este paisaje helado, pero Oberon de Michael Marcus es el controlador vengativo, y cada una de sus acciones está diseñada para poner sus manos sobre la joven (Pria Kalsi) al cuidado de Titania. Al cambiar el centro de gravedad del espectáculo para que gire en torno a este cambiante, Roughan saca a la superficie las brutales corrientes subyacentes de la obra.
La disputa del Rey y la Reina de las hadas por el niño robado ha sacudido las estaciones como una bola de nieve. Este espectáculo típicamente veraniego se desliza suavemente hacia un cuento de invierno en el impecable escenario blanco de Max Johns, con velas parpadeando arriba. Envueltos en lujosas y pesadas pieles, los amantes perdidos se lanzan al cuello del otro en cada oportunidad, Demetrius (Lou Jackson) y Helena (Tara Tijani) enzarzados en un juego de poder agresivo y sensual, mientras un amor más suave y dulce se mueve entre Lysander (David Olaniregun) y Hermia (Tiwa Lade).
Con magia en el aire, la Bruja Blanca de CS Lewis podría estar a punto de tropezar en el escenario. Pero estos bosques ya están llenos, con nuestros jugadores practicantes y hadas vigilantes. Estas últimas aparecen aquí como bailarinas vestidas de tul negro, y sus melancólicas interpretaciones de canciones pop son la única nota desafinada en esta producción, por lo demás estéticamente segura. El atento personal del restaurante actúa como protagonista, y el jefe de cocina de Danny Kirrane, Bottom, se roba el escenario en repetidas ocasiones. Su trasero no tiene orejas puntiagudas, sino un par de botas hendidas, que Puck le puso, y que tienen a la gótica Titania de Hedydd Dylan arrojándose a sus cascos.
Cuando los jugadores finalmente realizan su espectáculo, todos los líos y matrimonios resueltos, Roughan presenta una reinterpretación sorprendentemente siniestra y sorprendentemente sangrienta del final. Colapsando la distancia entre los mundos de la realidad y la ilusión, este escalofriante final ofrece una explicación nueva y eléctrica para el epílogo apologético de Puck. “Si nosotros, las sombras, hemos ofendido”, dice inocentemente, balanceando las piernas como un niño e ignorando la mancha húmeda de sangre que se extiende sobre la prístina nieve blanca.




