Tres vidas perdidas y siete personas heridas este 30 de octubre de 2025 reavivan la discusión sobre la seguridad vial en la Ruta Vivauna de las vías más importantes de Quito y, paradójicamente, una de las más peligrosas. El siniestro ocurrió cuando un camión perdió los frenos y se estrelló contra varios vehículos a la altura del sector de la intervalolesen el oriente de la capital.
Los testigos relataron que el vehículo bajaba a gran velocidad sin control. El incidente mostró caos y dolor, escenas que se repiten con frecuencia alarmante.
Según datos del Centro de Monitoreo de la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT)la Ruta Viva es actualmente la segunda vía con más muertes en Quitosolo superada por la Avenida Simón Bolívar. En 2024 se registraron 69 siniestros vialesestafa 11 fallecidos y 41 lesionados. En lo que va de 2025 —hasta la fecha— ya se han estabilizado 65 siniestros, 11 muertos y 61 heridos. Estas cifras confirman que el problema no es circunstancial ni atribuible al azar: es estructural.
La Ruta Viva, inaugurada en 2016 como una alternativa moderna para conectar Quito con el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucrefue concebida para reducir los tiempos de traslado entre el centro y los valles. Sin embargo, casi una década después, su promesa de eficiencia se enfrenta a una realidad preocupante: exceso de velocidad, fallas mecánicas, transporte pesado sin control, baches cada vez más visibles, iluminación deficiente y reportes de robos en varios tramos.
El último informe del Observatorio Metropolitano de Seguridad Vial advierte que el 60% de los siniestros en esta vía está relacionado con la velocidad excesiva o con frenos defectuosos en vehículos pesados. A esto se suma la falta de mantenimiento en sectores con pendientes pronunciadas y curvas cerradas. La Ruta Viva no debería ser un riesgo. Su diseño técnico, con amplias calzadas y señalización moderna, debería convertirla en una de las vías más seguras de la capital. Pero no lo es.
La pregunta inevitable es: ¿Qué pasa con los controles? La AMT mantiene radares en puntos estratégicos, pero los siniestros graves suelen ocurrir en tramos intermedios, donde no existen cámaras o donde el control es esporádico.
En 2025, los dispositivos de fotomulta detectaron más de 420 000 infracciones de exceso de velocidad en vías metropolitanas, de las cuales casi el 18% corresponde a la Ruta Viva, según datos municipales. Es decir casi 75 000 conductores fueron registrados excediendo los límites, sin que esto haya frenado la tendencia de accidentes. Desde abril de este año, Quito no tiene radares sancionatorios por orden judicial. Esperan el informe técnico de la ANT para comprar los nuevos en 2026.
No se trata únicamente de reforzar las sanciones, sino de entender la seguridad vial como una política y de salud pública sostenida. Las autoridades municipales deben asumir que esta vía no es un simple corredor hacia el aeropuerto: es una ruta que atraviesa zonas densamente pobladas como Cumbayá, Tumbaco, Puembo y Pifodonde conviven familias, peatones, ciclistas y vehículos de carga pesada. En cada tramo, la convivencia entre movilidad urbana y de alta velocidad se vuelve un cóctel peligroso.
A esto se suma un nuevo elemento: la inseguridad ciudadana. En los últimos meses, residentes y usuarios han reportado asaltos a conductores y robos de autopartes en horarios nocturnos. La falta de patrullaje policial constante agrava la sensación de vulnerabilidad. Una vía que fue pensada para el desarrollo y la conectividad se ha convertido, en algunos tramos, en una zona de riesgo tanto vial como social.
La reflexión debe ir más allá del siniestro puntual. Quito necesita revisar, con criterios técnicos y no coyunturales, la gestión de sus principales vías. Los aviones de movilidad deben incluir auditorías de seguridad vial periódicas, mejor iluminación, más puntos de control y sistemas de alerta temprana. Pero también una educación vial sostenida: la velocidad no solo mata, también destruye el tejido de confianza entre quienes transitan por la ciudad.
No se puede normalizar que una vía moderna acumula cifras de tragedia año tras año. La Ruta Viva fue una obra emblemática de conectividad; hoy se ha convertido en un espejo del descuido institucional y de la falta de corresponsabilidad ciudadana. Es urgente actuar antes de que el tránsito hacia el aeropuerto se asocie, de forma inevitable, con el riesgo de no llegar.




